La violencia se disfraza en el futbol y se le llama pasión
Por Persida Villa
“Hablamos de pasión para justificar, la mayoría de las veces, la violencia emergente en los encuentros deportivos, especialmente en el futbol: la gritería, los ademanes exagerados, el drama, la tensión propia en la cancha, que van escalando progresivamente hasta volverse palabrotas, señas obscenas, objetos volando por los aires y hasta golpes”.
Así lo sostuvo la profesora Patricia Martínez Torreblanca, docente del Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación y secretaria general de la Facultad, al participar en la mesa de análisis: La violencia es de quien la trabaja: capitalismo, Estado y género en las barras de futbol latinoamericano.
Desde la visión argentina, Diego Murzi, doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, presentó un breve desarrollo cronológico sobre las barras bravas. “Apasionados, irracionales y mafiosos”, fue su expresión para definir las hinchadas en la cancha.
Puntualizó que en Argentina, el tema de la violencia en el futbol forma parte de la agenda de los medios de comunicación, y fue precisamente la prensa la encargada de difundir las definiciones para este problema, mismas que serían adoptadas de manera general por la comunidad.
Aunque éste ha sido un asunto que afecta directamente el ámbito político, abundó el expositor, ha quedado de manifiesto la falta de eficacia en las políticas de prevención de la violencia en las barras. Aún más, ha habido un incremento claro de ésta en los últimos 15 años, que se proyecta hasta en el vocabulario, pues se pasó de la denominación de “barra fuerte”, como se le llamó al primer grupo violento identificado, al de “barra brava”.
Los años noventa, siguió el ponente, se destacan como el periodo más violento en las barras. Esto se tomó tan en serio que los partidos dejaron de estar bajo la supervisión de la organización de deportes para monitorearse por el área de seguridad.
Aun así, Murzi destacó que el tema de seguridad para el gobierno ha estado presente más por el interés para que el partido continúe, y no para velar por el bienestar de los asistentes. “No hay centralidad en las víctimas, sino en el espectáculo”, alertó.
Por su parte, Alirio Amaya, administrador deportivo y magister en educación, delineó la manera en que Colombia ha experimentado el problema de la violencia en los partidos. Resaltó que en 1999, cuando se presentaron los conflictos más fuertes en los partidos en Bogotá, el gobierno hizo acuerdos con los hinchas, lo cual resultó muy benéfico.
Es así como Bogotá es la pionera en el proceso de acercamiento con los hinchas con programas como “jugando limpio todos ganamos” y “goles en paz”, detalló. Se buscó no sólo atacar la violencia en las canchas, sino fortalecer el tema de la “fiesta deportiva”, pues “se incluyeron a todos los actores, se hizo un análisis para posteriormente generar alternativas de solución”.
En su oportunidad, Rodrigo Soto, doctor en Psicología, aseguró que es necesario integrar más deporte en las políticas de seguridad, además de “invitar tanto a los medios de comunicación, como a todos los actores involucrados en el futbol, para que se comprometan con la no violencia, a fin de asegurar que hechos como los ocurridos en México no vuelvan a suceder”.
Finalmente, el sociólogo Camilo Améstica llamó a realizar un análisis crítico sobre lo que han sido los marcos conceptuales de este hecho desde las ciencias sociales. Destacó que es digno de estudiar por qué no se habla de la violencia en eventos religiosos en Chile, donde ha habido gente herida; sin embargo, siempre que se alude a las hinchadas en el futbol, se hace precisamente desde la perspectiva de la violencia, de manera que se requiere hacer una lectura sin distingos, no sólo desde los medios de comunicación y las políticas públicas, sino desde las ciencias sociales.