Homo laborans y Homo faber ¿Cómo pienso el trabajo?

Ericka Andrea Rodríguez Velásquez

Maestra en Tecnología Educativa y Comunicación, por el el Instituto Latinoamericano de Comunicación Educativa.

Es probable que frecuentemente te preguntes acerca del empleo, y formules las siguientes cuestiones, ¿dónde puedo laborar?, ¿en dónde hacer una solicitud? ¿y si no consigo algo? Cuando terminas la carrera universitaria también la gente a tu alrededor te cuestiona, ¿sabes dónde trabajarás?, o ¿ya estás buscando trabajo? Parece que existe una confabulación entre tu súper yo y la sociedad. Todo te orilla a la ocupación remunerada; pero, alto, reflexiona primero sobre qué es el trabajo.

 

De acuerdo con la politóloga alemana Hana Arendt, el animal laborans es el hombre preocupado por sus necesidades más básicas, es el que labora para resolver su cotidianidad. Es quien por complacer sus emociones exalta sus sentidos.

 

La labor está asociada a la necesidad de nuestro cuerpo, a nuestros procesos biológicos, al nacimiento, la reproducción y la muerte. Por lo tanto, es la actividad necesaria para la supervivencia de la especie y del hombre concreto (Saavedra, 2011, como se citó en Arendt, 2009).

 

En este sentido, surge la exigencia de un trabajo remunerado para subsanar necesidades básicas, pero no sólo se trabaja para comer, sino también para tener más de lo que se requiere; es decir, se desean cosas; el hombre desea lo que otros hombres desean ( se usa la palabra en masculino porque se habla del género humano).

 

Según Arendt (2009), es absolutamente cierto que para el animal laborans “el sentido de la labor y el valor dependen por entero de las condiciones sociales”, o sea, de la medida en que el proceso de labor y consumo se permiten funcionar suave y fácilmente, con independencia de las “actitudes profesionales propiamente dichas”. El problema radica en que las mejores “condiciones sociales” son aquellas bajo las que es posible perder la propia identidad (p.236).

 

Al respecto de perder la propia identidad, el homo laborans sólo puede pensar en la recuperación por medio del consumo. Esto es, se piensa en el trabajo sólo como una vía para obtener recursos para saciar deseos a través del consumismo. Es aquí que el laborans supera al homo faber, pues este último usa la herramienta, se emplea a sí mismo con la finalidad fáctica. El faber no sólo construye el mundo, sino que lo hace y lo transforma.

 

El laborans consume esos productos, los resignifica; parte de lo orgánico para trabajar en sociedad y otorga valores de uso.

 

En estos tiempos de incertidumbre laboral sería recomendable encontrar un sentido al empleo, no sólo el económico; el conseguir dinero es sólo una finalidad del trabajo. Desde otra perspectiva, la recomendación es buscar actividades que te permitan la libre expresión, la realización interior y desde luego la felicidad; es decir, es relevante dar un sentido de vida al trabajo. El término anglosajón para definir la idea anterior es workins, concepto desarrollado por el periodista estadounidense Derek Thompson.

 

Imaginemos que vivimos para trabajar y no al revés; entonces, si se decide estudiar para posteriormente profesionalizarse, lo deseable es que se disfrute al máximo; pero cuidado con los excesos, me refiero a la conducta workaholic, la cual, a principios de los noventa era considerada como una adicción similar al alcoholismo, y claro, décadas después, un empleado workaholic sería el ideal, porque lleva al extremo su actividad remunerada y se ha olvidado de sí mismo; sólo piensa en complacer, busca ser el mejor para los demás y se ha olvidado que existe, sólo es para los otros.

 

Me refiero a lo oportuno que resulta construirse, desarrollarse y diseñarse en un trabajo; que haya un crecimiento exponencial que permita ir más allá de la obligación. Por ejemplo, cuando se escribe un artículo, hay un trabajo intelectual que obliga a investigar, pero también hay recompensa, pues tu estilo y esencia están ahí para compartir; y ¿qué sería de alguien que no se refleja en el espejo de los otros? Simplemente no hay retorno, ergo, no hay crecimiento.

 

Por lo anterior, propongo resignificar el concepto de ocupación laboral. Para hacerlo, recupero y doy respuesta a las preguntas con las que inicia este documento: ¿Dónde puedo trabajar? En el lugar en el que hayas desarrollado más habilidades, y por lo tanto tu nivel de competencia es aceptable. ¿En qué sitio presentar solicitud? En ningún lado, a menos que tengas un proyecto qué negociar, o bien que te hagan una propuesta en la cual también participes en las tareas a desempeñar. ¿Y si no consigo empleo? Es porque no lo estás buscando, mucho menos estás en el desarrollo y creación del mismo.

 

Para la mayoría de las personas es mucho más sencillo sentarse en el maravilloso sillón de la comodidad y de la suerte. Prefieren esperar a que llegue “su momento”, o el empleo de su vida, en el cual les paguen bien con el mínimo esfuerzo, realizando actividades sencillas que no demanden responsabilidad, y qué mejor, con el nuevo modelo de los 15 minutos, que considera que para llegar al lugar de trabajo le inviertes 15 minutos a pie o en bicicleta, y que en el camino encuentras, bancos, hospitales, tiendas, restaurantes, parques, etcétera (Coronado, 2023). Pues lo anterior es el escenario ideal, pero no es lo que usualmente sucede. No obstante, la realidad te pone a prueba; cuando tengas un proyecto laboral enfrente, te recomiendo ocupar y optimizar tu tiempo. Programa tu día en horas, no hagas concesiones. Realiza metas a corto, mediano y largo plazo. Cuando llegue el momento de entrar al escenario laboral, reflexiona sobre la idea de ser emprendedor y sus ventajas, así como en los inconvenientes.

 

Convertirte en dueño de tus proyectos te dará sin duda cierta independencia en tus decisiones profesionales, sólo recuerda que esto tiene un costo: la inversión en tiempo, además, el trabajo tiene que ser constante y permanente. Serás el responsable directo de la generación de ingresos. En este proceso también considera que la actividad profesional te etiqueta socialmente y te da un estatus en la comunidad; te consolidas en la comunidad en cuanto a la actividad profesional y económica que desarrollas. Ánimo y suerte en el emprendimiento.

Referencias 

Coronado, Laura (académica de la Universidad Anáhuac), “Amazon termina con home office, sus colaboradores piden ciudades de 15 minutos”, en Cárdenas, Luis, MVS, 102.5. Obtenido en https://open.spotify.com/episode/45TwTVfcWhKn0eooGvBOJz

 

Martínez Martínez, Migue Ángel, (2007), Del homo faber al animal laborans: la violencia de la racionalidad instrumental. Recuperado en https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-879X2007000100003

 

Arendt, Hanna, (2009), La condición humana, Editorial Paidós, Buenos Aires, Argentina.

 

Ilustraciones de Jan Buchczik. 

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