Humanismo, encrucijada entre la religión y el nihilismo
Por Adriana Aimme Peñaloza Soto

Antonio Piñero. Foto: Derek Vargas.
Con lleno total se presentó en el Auditorio Pablo González Casanova la conferencia magistral: Religión y nihilismo a la luz del poder, expuesta por Antonio Piñero, renombrado profesor de la Universidad Complutense de Madrid, en mancuerna con Gerardo Martínez, presidente de la Fundación Ética Mundial de México, y uniéndose a la reflexión Karolina Monika Gilas, tutora del posgrado en ciencias políticas y sociales, así como Antonio Sierra, quien fungió como moderador.
¿Fue Jesús de Nazaret el primer feminista de la historia? Así comenzó su participación Piñero, quien echando mano de su vasto conocimiento acerca del cristianismo primitivo de los siglos I al III, calificó como mítica esa adjetivación sobre el judío rabí, proveniente de la moderna teología feminista. A través de una mirada a los evangelios y el análisis de la vida pública de Jesús puede encontrarse, teóricamente, sólo a un hombre afable, de trato cordial hacia las mujeres, motivado por diferenciarse de las otras sectas como los saduceos, fariseos y los esenios, a quienes se les olvidaba algo elemental: que la salvación es exactamente igual para una mujer que para un hombre.
Por tanto, no se puede fundamentar un feminismo de Jesús, quien no fue un revolucionario, pues nunca proclamó expresamente condiciones de igualdad; de hecho la situación de la mujer en el cristianismo primitivo no depende de su predicación, sino del contexto social e histórico de la vida de los seguidores del nazareno. Ante esto, agregó el profesor de la Complutense, el feminismo actual, en su continua lucha por alcanzar la igualdad tanto en la sociedad como en la iglesia, tendrá que potenciar el aspecto humanista del cristianismo, desarrollado desde el siglo XIX hasta la actualidad, y la evolución de la iglesia cristiana hacia un humanismo radical, que exige, por su misma definición, la igualdad de los hechos, cuestión reflejada en los derechos humanos, cuya implementación posee un trasfondo cristiano.

Gerardo Martínez y Antonio Piñero. Foto: Derek Vargas.
En su intervención, el maestro Gerardo Martínez enfatizó que el nihilismo no se contrapone a lo dicho por Piñero, sino constituye una base que propone un cambio de valores. Esta corriente filosófica ofrece buscar un cambio de vida humana que nos puede llevar al mismo derrotero del humanismo abordado por Piñero desde el campo de la teología; sin embargo, la diferencia principal subyace en que desde el nihilismo se insta a una humanidad responsable de sí misma, y que de forma revolucionaria sea el motor para la construcción de una mejor vida humana.
Por su parte, Karolina Gilas nutrió la discusión y pidió no caer en los sesgos del análisis de figuras históricas a partir de parámetros contemporáneos, pues deben realizarse desde su propio contexto histórico. También resaltó el papel de las religiones como dispositivos políticos y la estructura patriarcal como figura transversal de las mismas, donde la gran mayoría legitima el poder masculino sobre las mujeres y, paralelamente cimentan el poder terrenal a través de un mandato divino, que se refleja en la Tierra, y la particular realidad de las personas mediante el establecimiento de mecanismos de control social, códigos morales, normas de comportamiento que han ido y siguen regulando los roles sociales y relaciones familiares, impulsando un aparato ideológico adoptado por los Estados, que reproduce sistemáticamente las relaciones sociales dominantes.

Karolina Monika Gilas y Antonio Sierra. Foto: Derek Vargas.
Paradójicamente, agregó la profesora, las religiones también han servido para alimentar las resistencias políticas, puesto que los lenguajes religiosos han configurado diversas resistencias; por ejemplo, la teología de la liberación. Sin embargo, aun en esa y muchas otras vertientes que buscan transformar el status quo, pueden observarse tendencias a instaurar dinámicas de división de género; es decir, la autoridad femenina suele estar limitada a determinadas esferas, como fertilidad, parto, cuidados, en tanto la autoridad religiosa masculina suele estar vinculada a la política.
Como reflexiones finales se expresó la necesidad de seguir observando de manera amplia y crítica la conjugación del poder y religión en la incidencia de las sociedades humanas, y esperar que sean las propias personas quienes vayan modelando continuamente gobiernos, instituciones y las sociedades mismas, a fin de que esto les permita desarrollarse plenamente, asegurando su bienestar, de forma transversal, en ámbitos como la educación, salud, trabajo, y les permita acceder de manera significativa a una sana situación individual y colectiva, para lo cual su participación es primordial.