Violencia e imaginarios sociales

César Villalobos y Rafael Pérez-Taylor en la conferencia, «Antropología de la complejidad: una mirada al temor y a la violencia». Foto: Ricardo López
“El mundo se deconstruye a favor de la violencia, y la incertidumbre rompe con el arraigo social de intentar infructuosamente la movilización en el interior del país, pero la violencia les alcanza y la única salida es ir a otros países donde no se presente esta situación”, afirmó el doctor Rafael Pérez-Taylor, antropólogo y maestro de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). “Cada día nos enfrentamos a desaparecidos, muertos, ejecutados, daños colaterales, secuestros, torturas, desaparición de niños y adolescentes. No estamos a salvo de la violencia. El espacio público y privado son asechados. No existe lugar de resguardo seguro y el Estado no brinda ese bienestar”, aseveró.
El también doctor en Geografía e Historia indicó que “el sujeto está inmerso en una guerra; la muerte y el sufrimiento rondan la ciudad. En este contexto, lo cotidiano se convierte en un espacio cargado de incertidumbre para la sociedad que vive al margen de estos hechos violentos. La prensa muestra fotografías de la muerte en sus múltiples sentidos. El dolor de los acontecimientos susurra a los oídos de la sociedad, para entrever el estado de acontecimientos que suceden cotidianamente; mientras, el Estado, es incapaz de dar una solución”.
Afirmó también que este movimiento caótico se hizo más visibles tras la inefectividad política, argumentativa, pragmática y consensual de las razones de Estado; por tanto, la sociedad pierde sentido de territorio y país, vendiéndose al mejor postor. El crimen organizado compra y organiza su territorio, construyendo campos de control y muerte. Se vende protección y se regula la paz por el dinero que reciben, además de contrarrestar en su totalidad la injerencia de un Estado desmantelado, que por sus propias razones, ha posibilitado la masacre en el país; esto a partir del gobierno calderonista, explicó el docente.
“Así han emergido autoridades locales ajenas al Estado, policías comunitarias y toda la problemática que ello produce”, señaló. “Las instituciones son desbordadas, perdiendo la credibilidad de quienes las gobiernan. El intento más visible se materializa en la falta de políticas públicas reales para beneficio de la población. Y la falta de credibilidad de las instituciones sitúa al sujeto ante la prerrogativa de buscar por fuerza propia la seguridad de su familia”.
“El miedo colectivo es el artefacto que tiene el Estado para domesticar a la sociedades, es el argumento político que inmoviliza para imponer sus razones, lo que podemos compaginar con el terrorismo de estado. El mal y la violencia como constructos sociales deja a la población paralizada e inactiva por el temor, y el sentido individual ante la violencia desarma cualquier motivación de organización social. Por tanto, la docilidad y el sometimiento quedan atrapados en el espacio retórico de un imaginario que se diluye en el “no querer saber lo que sucede”, de esta forma cualquier evento pasa por los ojos y oídos en un diálogo de ciegos y sordos”, enfatizó Pérez-Taylor.
“Por ello es que tras la crisis de 2008 en Estados Unidos, lo único que se ha buscado es rescatar a los banqueros y dejar a un lado a la población. Porque ahora en esta época poscapitalista no es necesaria la explotación para obtener la plusvalía; con el simple hecho de coordinar las grandes bolsas de inversión como lo hace el FMI o el Banco Mundial, es más que suficiente”, concluyó.