Reflexionar sobre la violencia de género mediante el teatro
Por Carlos David Palacios

Foto: David Cabrera.
Con el objetivo de abrir un espacio de reflexión acerca de la violencia de género, se presentó en la Facultad la obra de teatro Mueran los lobos (o cómo recuperar el honor), de la autora Talina Garler, la cual fue interpretada por estudiantes de la licenciatura en Actuación, de la Universidad FILMA, de Cancún.
Organizado por el profesor Andrés Barrios, jefe de Cultura de la Coordinación de Extensión Universitaria del plantel, el evento artístico se llevó a cabo en el Auditorio Ricardo Flores Magón y tuvo una apreciada recepción por parte de la comunidad de Ciencias Políticas.
La puesta en escena inicia al ritmo de cumbia. Los actores entregados al baile invocan a Satanás para solicitarle aquello que, según su reclamo, Dios les ha negado: el pase de lista de aquellas que han sido asesinadas. La protagonista es una chica llamada “Laurencia Solís Álvarez”, una joven feminista quien, en diversos momentos, se transforma simbólicamente en soldado para representar la carga emocional, política y combativa que implica pertenecer a un movimiento que desafía estructuras históricas de poder. En su hogar es violentada por su padre y madre (que no sólo está sometida, sino reproduce la agresión), y más tarde lo será por su pareja. Convertirse en soldado es, entonces, una metáfora de supervivencia y resistencia ante una realidad que la agrede desde todos los frentes: la familia, el amor, la cultura y el Estado.

Foto: David Cabrera.
Laurencia ofrece una introducción sobre ella en la obra; se describe así misma como “la oveja negra y feminista de la familia”; su hogar es una montaña de “anacahuites, mezquites y sabinos”, con un puente colgante que conecta el pueblo y el río; es una joven a quien le gustan las cumbias y es criticada por su forma de vestir y los prejuicios de la sociedad hacia la mujer, por no tener amigos hombres, ni novio, y ser una puta, quien abandona su casa por el amor al teatro.
El padre de familia, de nombre Baldo, es alcohólico y golpeador. La madre es una mujer sometida por su marido y que replica la violencia con Laurencia. Por ejemplo, el padre, al llegar borracho a altas horas de la noche exige frijoles y tortillas a Lau y su madre, además, la obliga a servir. A pesar de la relación no funcional de los cónyuges, éstos tuvieron otros dos varones a quienes tratan bien sólo por ser hombres.
Aun cuando la convivencia es tan violenta, a Lau le organizan fiesta de 15 años. En este marco, ella protagoniza una escena de enfrentamiento desde el feminismo para oponerse a las prácticas patriarcales que hay dentro de su familia, lo que ocasiona que tenga que irse de casa peleada con sus padres. Ya en la escuela de teatro conoce Pascual, una chica feminista que igual que ella, no conocía el movimiento 8M, lo que las incita a participar, como una vía para liberar los traumas familiares, y luchar por la libertad y la justicia.

Foto: David Cabrera.
Más tarde, en los ensayos de una obra Lau conoce a Fernando, quien sería su pareja; un hombre casado y con denuncias de violencia doméstica, que la arrincona y persigue hasta enamorarla, como si fuera, literalmente, un lobo, hasta que consigue un encuentro íntimo y trata de alejarla como si fuera un objeto. En una discusión, él comete feminicidio contra ella.
Más tarde aparece el fantasma de Laurencia, y nos cuenta que fue asesinada a sus 24 años. Pascual denuncia al agresor ante la fiscalía y confirman su responsabilidad. Las dos amigas tienen una conexión especial después de la muerte, pues Laurencia sabe que sólo se puede ir en paz si se hace justicia. Se organizan marchas y protestas en su ciudad, se exige sentencia para el responsable y se pinta un mural en su memoria.

Foto: David Cabrera.
Laurencia se va en paz después de recordarnos que se debe seguir la lucha feminista para recuperar el honor de todas las víctimas, además de dejar claro que deben morir los lobos.
En el público hubo un eco emocional fuerte: desde la risa hasta el silencio e incluso el llanto. Al final, los actores terminaron con un aplauso, pues se apreció su esfuerzo actoral y su compromiso con un proyecto que se atreve a pensar desde el teatro. Mueran los lobos es una escenificación de estos tiempos sobre las heridas que se callan y las voces que resisten. En un contexto universitario donde el arte también es trinchera, esta puesta es un acto de memoria y crítica.