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¿Qué está pasando entre Rusia y Ucrania?

Carlos Ballesteros

Doctor en Relaciones Internacionales, UNAM

La situación geopolítica que se ha configurado a la entrada de 2022 define un momento histórico en donde se reflejan las perspectivas de las principales potencias mundiales. Con el despliegue de fuerzas militares rusas en las fronteras de Ucrania se pone en cuestión el orden internacional de la posguerra fría, al menos en lo referente a Europa, y se da un paso decisivo en la reafirmación de las posiciones estratégicas de Rusia.

 

Llegar al punto en el que Vladimir Putin se atreve a desafiar a la principal potencia mundial y a la alianza militar de mayor peso requiere de un cálculo muy preciso sobre la correlación de fuerzas en el sistema internacional. El movimiento disruptivo que conlleva establecer las condiciones de una invasión a Ucrania parte de la premisa de que la OTAN no intervendrá en defensa de un país ajeno a la Alianza Atlántica. Si bien la organización defensiva forjada en 1949 cuenta con capacidades bélicas superiores a las de cualquier nación, la movilización rusa se da en un contexto que hace imposible una respuesta armada por parte de la OTAN, toda vez que el escalamiento del conflicto resulta fuera de toda consideración, dada la magnitud de los costos y sus repercusiones globales.

 

El cálculo de Putin se sustenta en la realidad geopolítica, pero no excluye riesgos y contingencias. La acción rusa se desarrolla al filo de la navaja porque pueden cometerse errores irreparables que lleven a una gran conflagración, al tiempo que se hace rehenes de una estrategia aventurada no sólo a la población de Ucrania, sino también a la de Rusia. ¿Qué pretende Putin al tomar un camino tan peligroso? 

 

Analíticamente, el eje de la estrategia rusa puesta en operación en Ucrania es salir al paso de lo que se considera la mayor amenaza para la seguridad nacional y dar cauce a una política revisionista que procura el control del espacio que era parte de la Unión Soviética. Tal estrategia hereda la línea de acción planteada originalmente por Stalin y que consiste principalmente en procurar el desplazamiento de Estados Unidos del territorio Europeo y la división de la OTAN. La Alianza Atlántica ha sido siempre la mayor preocupación estratégica, primero de la URSS y después de Rusia, porque su principal sustento es el poder militar y nuclear de Estados Unidos. En este sentido, el conflicto actual entre Rusia y Ucrania está determinado por las condiciones que determinó la Guerra Fría y que se prolongan hasta lo que va del siglo XXI.

 

En el conflicto Rusia Ucrania de 2022 confluyen múltiples procesos que están determinados por la contraposición de intereses y trayectorias políticas de las potencias mundiales, pero el factor dominante es la gran demanda de seguridad planteada por Rusia. La OTAN es una estructura de la Guerra Fría que no sólo se mantuvo, sino que se ha ido ampliando hasta llegar a las fronteras de Rusia, como en el caso de Estonia y Letonia y el Óblast de Kaliningrado. Además la Alianza Atlántica incorporó a los países que eran parte del bloque soviético y después de 2008 abrió las puertas a Ucrania y Georgia, luego de la intervención rusa en apoyo a las naciones separatistas de Abjasia y Osetia del Sur.

La acumulación de fuerzas militares rusas en las fronteras de Ucrania, iniciada en noviembre de 2021, tiene como propósito subrayar que el Kremlin impedirá a cualquier costo la integración de ese país a la OTAN y a la Unión Europea. En la práctica Rusia no reconoce la soberanía de Ucrania y la considera un territorio estratégico al que debe de controlar. Por tal motivo ha intervenido constantemente en la política ucraniana hasta llegar al punto en que tras la deposición del gobierno pro-ruso de Viktor Yanúkovich en 2014, Vladimir Putin decidió desarrollar una arriesgada estrategia para impulsar un proceso secesionista en el Donbás y anexionar la península de Crimea a la Federación Rusa.

 

La anexión de Crimea es uno de los movimientos geopolíticos de mayor trascendencia en la historia de las relaciones entre Rusia y Occidente. Estados Unidos y sus aliados tuvieron que asimilar un acto de fuerza que es el antecedente de las nuevas amenazas a la integridad territorial de Ucrania. La ruptura de la legalidad internacional y la vulneración de los acuerdos en los que se funda el orden europeo de la posguerra fría, por parte de Rusia, sólo pudieron responderse con sanciones económicas con muy poco efecto. Es a partir de esa experiencia que Vladimir Putinha vuelto a escalar el conflicto con Ucrania, intentando obtener un triunfo geopolítico que puede definirse en el espacio de las negociaciones diplomáticas, pero, también en el campo de batalla.

 

Ante un panorama incierto es importante atenerse a los hechos. En primer lugar, Rusia no puede mantener la presión militar indefinidamente. El esfuerzo económico y logístico para proveer a más de 100 mil soldados en las fronteras de Ucrania es muy grande para un país con una economía relativamente modesta. También es importante tener en cuenta las condiciones climáticas. Los estrategas saben que con el deshielo la movilidad de las tropas rusas será muy reducida. En segundo lugar, la respuesta de Washington y la OTAN a las demandas de Vladimir Putin ha sido contundente. No aceptarán que Rusia defina si Ucrania se incorpora o no a la Alianza Atlántica y tampoco modificarán sus políticas de fortalecimiento de posiciones en el Este de Europa y el respaldo militar a Ucrania. Las fuerzas occidentales no quieren la guerra, pero tampoco mostrar debilidad ante las amenazas de Rusia. En tercer lugar, Vladimir Putin debe tomar muy en cuenta que una acción militar será respondida de inmediato con sanciones económicas contundentes: el bloqueo de cuentas e inversiones de la oligarquía y cleptocracia cercana al Kremlin, la desconexión del sistema financiero ruso del sistema Swift, un embargo tecnológico, afectación a los fondos soberanos de Rusia, restricciones draconianas al financiamiento de empresas rusas y sustitución de proveedores en el campo de la energía, entre otras medidas posibles. Ante tales posibilidades se explica la rápida devaluación del rublo, que ya afecta a la población rusa, y las expectativas de una debacle económica son reales.

 

Como puede observarse, la situación tanto para Occidente como para Rusia es muy delicada; por lo tanto, la expectativa es que los actores principales de este conflicto tendrán que dar pasos muy cuidadosos. Aun así, el nuevo conflicto entre Rusia y Ucrania es ya un indicador de cambios geopolíticos de la mayor importancia.

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