Empoderamiento juvenil, estudiante de la FCPyS en la ONU

Iván Martínez Pichardo, estudiante de Relaciones Internacionales, representó a México como Delegado juvenil en la Asamblea General de la ONU. Fotografía: Myriam Corte| Gaceta Políticas
A sus 19, Iván Martínez Pichardo, alumno del 5o. semestre de Relaciones Internacionales en la Facultad, fue seleccionado como uno de los seis delegados juveniles que representó a México en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), realizada este año en Nueva York, Estados Unidos.
Iván fue escogido a través de la convocatoria «Delegados Juveniles en México». Sus temas de interés son los conflictos bélicos y migratorios en el mundo, así como la política exterior y los problemas globales que la afectan; entre ellos la protección al medio ambiente y el desarrollo sustentable, preocupaciones que lo llevaron a crear la Alianza Universitaria para el Desarrollo Sostenible.
¿Qué significó para ti haber participado en una Asamblea General de la ONU?
Fue algo muy importante porque significa empoderamiento juvenil. Cuando estás en la Asamblea General, aun cuando hay otros delegados, observas que México es el único país latinoamericano que envía delegados juveniles. Es muy reconfortante estar en una sala con otros diplomáticos de muchas naciones del más alto nivel y saber que tú eres un estudiante que llegaste ahí gracias a los programas de empoderamiento. Todo mi proceso de selección empezó en la Facultad, institución que me dio todos lo medios y espacios para lograrlo.
¿Cómo describes la dinámica de la Asamblea General?
Extremadamente agitada. Son seis comisiones sesionando al mismo tiempo. A los seis delegados nos separaron. A mí me mandaron a la cuarta, de descolonización y política especial. Cada comisión tiene una dinámica distinta. Siempre hay un debate donde los Estados dan su declaración. A mí me dijeron que un delegado juvenil no puede dar una postura porque son temas de Estado muy delicados, relacionados con las Islas Malvinas, el Sahara Occidental, y otros territorios no autónomos, pero el que me hayan dejado entrar ahí, así como a dos reuniones del Consejo de Seguridad, una sobre la situación en Colombia y otra sobre la República Democrática del Congo, fue increíble.
La labor de cada comisión es diferente. Por ejemplo, en la mía, hablan peticionarios, que son de la sociedad civil, del sector privado, e incluso presidentes de algunos territorios no autónomos. A pesar de que son opiniones que se contraponen, me pareció muy importante escucharlas. Se discutieron temas que aquí en el plantel falta visibilizar, como los lugares no autónomos, que son pequeñas islas como Guam o la zona de la Polinesia Francesa, Nueva Caledonia. Me sorprendió ver cómo Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña e incluso Israel, llegan a veces a bloquear las resoluciones o a retrasar las discusiones. Es aleccionador observar cómo funciona la política internacional.
¿Cuáles fueron los temas más destacados en la Asamblea?
Yo empecé a trabajar con la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, y gracias a eso pude asistir. Varias personas me decían que ésta no era tan relevante como se cree, pero en todos los discursos de la ONU, de todos los países, escuché acerca de ella. Es un tema clave, incluso naciones que no se cree que la apoyarían, como Medio Oriente o África, la mencionaron. Para mí, ese es el asunto más importante de ahora.
En esa línea también está el punto de la Paz sostenible, que es la nueva reforma de Antonio Guterres y la ONU para el mantenimiento de la paz internacional. No se enfoca sólo en asistencialismo, sino en aliarse con organizaciones y actores regionales para implementar los objetivos de desarrollo sostenible en zonas afectadas, mientras se trabaja en el conflicto. La paz sostenible significa que haya estado de derecho y que se trabaje con todas las esferas, nos sólo con la política, también con la económica y social
¿Cómo se abordó la migración, considerando que la Asamblea fue en Nueva York?
Observé que los dreamers son un sector con el que se visibiliza a la población migrante. Verifiqué que desde la ONU y la Secretaría de Relaciones Exteriores se busca incluirlos en todos los procesos de deliberación de hoy en día, a pesar de todo lo que hace Trump. Creo que México está poniendo una resistencia fuerte en ese aspecto. Basta ver la cantidad de consulados que tenemos en EE. UU., son 50, cuya logística está a cargo del Instituto de Mexicanos en el Exterior. Hay muchísimo qué hacer, pero la protección que nuestro país les ofrece es buena.
Los dreamers se avocan a la cuestión de residencia, se aferran a su causa. Yo los admiro porque son activistas muy reconocidos en Estados Unidos. A pesar de que dos de mis acompañantes, Misraim (Hernández) sólo tiene 20 años y Saira, 23, tienen historias impactantes de cómo llegaron a ese país y se han superado. Por ejemplo, Misraim estudia en Georgetown, Washington; Saira ya hizo su maestría y es profesora en una Universidad. Tienen una agenda muy apretada porque justo coordinan muchas actividades para dreamers.
Para mí fue singular estar con gente tan comprometida por la causa de los mexicanos que viven allá. Me di cuenta de que aman a México y a Estados Unidos, pero tienen una cultura específica, ni mexicana, ni estadounidense.
¿Cómo fue abordada la migración mexicana y centroamericana en la Asamblea?
El canciller Luis Videgaray pidió ayuda al Alto Comisionado de la Organización, lo cual llamó mi atención, pues comparé la situación actual de México con lo que pasó en Siria. Hay muchas implicaciones que se deberían estudiar, pero considero buena idea solicitar apoyo, pues México no es un país que haya recibido grandes olas de migrantes, pero sí se caracteriza por ser hospitalario con grupos migratorios que huyen de zonas de conflicto, como los españoles en la Guerra Civil, o los uruguayos, chilenos y argentinos, durante las dictaduras.
Estimo que se les debería recibir en México. Existe cierta hipocresía. No estoy de acuerdo en que sólo porque los migrantes vengan de Centroamérica se les discrimine o se diga que llegan a quitar empleos. Si bien la reciente ola representa un número significativo, comparado con toda la población no es nada.
Se trata de una cuestión legal, donde los abogados tienen mucho qué hacer. El decálogo migratorio del Instituto Nacional de Migración (INM) estipula que se debe ayudar a los migrantes que vienen de paso, con retorno asistido, pero esto es sólo para los documentados; incluso hay un estatus de refugiado que se les podría brindar, si han sido víctimas de un delito en territorio nacional.
¿Cuáles fueron las respuestas a las problemáticas mencionadas?
Generalmente Latinoamérica se posiciona a favor de lo que beneficia a las naciones y éstas se apoyan entre sí; por ejemplo, me tocó ver cómo todos los países apoyaban a Argentina en relación a las Islas Malvinas. De igual modo, me parece razonable que se concuerde con México en la cuestión de migración.
¿Cuál fue la posición de las otras delegaciones juveniles?
A los otros delegados juveniles que conocí no les dan tanto “poder”; nosotros vamos literalmente como delegados formales y nos dejan entrar a casi cualquier reunión, como las del Consejo de Seguridad, el Consejo Económico y Social; pero los demás son enviados a la segunda o tercera comisión, que son los temas sociales, humanitarios, económicos, etcétera. A ellos les sorprende que México empodere tanto a los jóvenes. Creo que la misión del país en la ONU hace un trabajo muy bueno, en ese sentido.
¿Qué opinas sobre el tratamiento a los conflictos antes mencionados?
Me sorprendió la diferencia del internacionalista de la UNAM y el de otras escuelas. Aquí está muy presente el pensamiento crítico. A cualquier punto que yo veía, de naturaleza institucional, le encontraba puntos con los que no estaba de acuerdo. Considero que en nuestros estudios, además de la teoría, que es excelente, nos hace falta estar en la práctica.
En mi caso, mi interés son los objetivos de Desarrollo Sustentable, por ello me metí a este terreno de la ONU. De hecho, 193 países acordaron que éste sería el nuevo parámetro de desarrollo; pero hay otros programas en los cuales los estudiantes pueden participar. Es cuestión de buscar y aprovechar lo que nos da la UNAM.
¿Qué esperas de la política mexicana interior y exterior?
En cuanto a política exterior, México debería seguir en la misma línea, pues es líder en muchos temas tratados en la ONU, como equidad de género, derechos humanos, crecimiento tecnológico acelerado, migración, desarme, etcétera. La política interior debería reducir sus tratados a nivel local y municipal, ya que existen demasiados sin un buen funcionamiento.
Hay un gran trabajo de México en el exterior, además de una lucha con otros estados muy fuertes por la inclusión de las personas más vulnerables en los tratados internacionales, con un enfoque de derechos humanos. Es importante arreglar primero las problemáticas internas para que se pueda ver de forma real todo el trabajo en el exterior.
¿Cómo ves tu futuro luego de esta experiencia?
Todavía estoy pensando si debo abocarme a la academia o entrar al Servicio Exterior Méxicano. Esta participación me ayudó a cambiar mi perspectiva sobre diversos temas.
Mi mejor experiencia fue cuando conocí a la enviada de Juventudes y al secretario general, quien se sorprendió de que tuviera 19 años y ser el delegado más joven en asistir a la Organización. Esto me hizo fijarme el propósito de apoyar al sector universitario y juvenil a acceder a ese tipo de oportunidades, que tal vez se vean difíciles, pero que realmente no lo son si se aprovechan los medios de la universidad. Creo que es muy factible tener no sólo más delegados juveniles, sino muchos más jóvenes que trabajen programas de relevancia nacional.