Panorama de la Antropología Física en México

En este artículo, el doctor en Antropología, Carlos Serrano aborda los antecedentes de la Antropología Física en el país. Ilustración: Ángela Alemán
La antropología física es el estudio de la evolución y variabilidad biológica de los humanos en el presente y en el pasado. Tiene una raíz profunda en las ciencias naturales, en cuyo marco se planteó, en el siglo XIX, una respuesta a la gran interrogante del lugar del hombre en la naturaleza.
Más tarde hubo de reconocerse que para abordar el objeto de estudio de la antropología física debía considerarse la acción del ambiente y la cultura, traducida en la historia de las sociedades humanas. Solo así era posible comprender los fenómenos de evolución y diversidad somática de las poblaciones humanas. De esta manera se estableció una amplia vinculación de la antropología física con las otras ramas antropológicas y con otras disciplinas.
Al cabo del tiempo se han realizado importantes avances teóricos y metodológicos, mediante la incorporación de conceptos y técnicas provenientes de diversas ramas de la biología humana. Así por ejemplo, la genética de poblaciones ha provisto de un marco teórico para el estudio de los mecanismos evolutivos y la diferenciación reciente de los grupos humanos; la biología molecular ha proporcionado instrumentos de análisis que permiten comprender mejor la relación del hombre con otras especies de primates y derivar de ello las implicaciones filogenéticas para el estudio del origen del hombre. En un marco teórico renovado, la antropología física contemporánea considera la interacción herencia-ambiente como el marco de referencia indispensable para el análisis de los fenómenos de biología de población, ubicados estos, a su vez, en el devenir histórico de las sociedades humanas.
En México, la antropología física se inicia en el último tercio del siglo XIX, bajo la influencia de la pujante antropología europea y a la sombra del ethos de Paul Broca, que había fundado la Sociedad de Antropología de París, en 1859. Las Instrucciones Etnológicas para México, publicadas por esa sociedad científica en 1862, y los trabajos de la Commission Scientifique du Mexique (1862-1867), sentaron las bases para el desarrollo de la nueva disciplina en nuestra nación.
Se abordaron entonces temas que se refieren principalmente al origen de la población indígena del país, en el marco de la prehistoria de América. Para ello se inició el rescate y estudio de restos esqueléticos humanos de la época prehispánica. Interesó también como tema sobresaliente la descripción y la clasificación de los pueblos indígenas como parte del catálogo de variabilidad somática de la especie, si bien se apuntaban otros aspectos que habrían de desarrollarse más tarde (influencias climáticas en la morfología corporal, efectos del mestizaje, y otros).
En 1887 se crea una sección de Antropología Física en el antiguo Museo Nacional, en el cual el doctor Nicolás León impartiría la primera cátedra de antropología física en 1903.
Es importante mencionar que la teoría biológica de la evolución, fundamental para nuestra disciplina, se incorpora a fines de la década de 1870 a los cursos de la Escuela Nacional Preparatoria, bajo el impulso de Don Justo Sierra, que en 1910 refundaría la Universidad Nacional.
En 1911 viene a México el doctor Franz Boas, connotado antropólogo norteamericano de origen alemán, por invitación de la Escuela de Altos Estudios de la Universidad Nacional. Imparte cursos de antropología física y cultural que habrían de definir la orientación de una antropología integral que perdura en México hasta la actualidad. Boas influye de manera notable en la formación científica de Manuel Gamio, ilustre antropólogo cuyo trabajo trascendió ampliamente en el desarrollo de la antropología en México. Gracias a los esfuerzos de Gamio se funda en 1930 el Instituto de Investigaciones Sociales en la Universidad Nacional, en el cual se desarrollaron proyectos con un importante componente bioantropológico.
Hacia los años 30, en la Escuela de Altos Estudios de la Universidad se impartían varios cursos de carácter antropológico, enfocados al estudio de la diversidad biológica y cultural de la población mexicana. Estos cursos fueron trasladados a la Escuela Nacional de Antropología, cuando ésta se fundó en 1938, a través de un convenio mediante el cual la UNAM reconocía como propios los títulos expedidos por la ENAH.
No obstante, la UNAM inició un programa de Doctorado en Antropología en 1959, en la Facultad de Filosofía y Letras, con apoyo del Instituto de Investigaciones Históricas, cuya Sección de Antropología, convertida en Instituto de Investigaciones Antropológicas en 1973, siguió impulsando este nivel de estudios. Este programa contribuyó así a la formación de investigadores y docentes de alto nivel, que aportaron su labor a las diferentes instituciones antropológicas que se habían venido estableciendo en el país.
En los años 90 dicho posgrado universitario tuvo un notable desarrollo, recibiendo alumnos de los diferentes programas de formación de antropólogos del país. Ello hizo evidente la necesidad de que la Universidad creara su propio programa de licenciatura, y que éste incluyera especialmente el área de antropología física, para la cual hay sólo escasas opciones de formación profesional en México. En este aspecto la UNAM puede ofrecer un óptimo nivel académico en la formación del estudiante, aprovechando los recursos de infraestructura y de docencia especializada con que cuenta.
Nuevas bases para la enseñanza de la antropología física
A fines de los años 40 la propuesta de una moderna teoría sintética de la evolución, asociada a los prestigiosos nombres de Haldane, Mayr, Dobzanski, entre otros, influyó en los planteamientos de una nueva antropología física, formulada por Sherwood Washburn en 1951. Esta se movía de las descripciones antropométricas y la clasificación somática, al análisis de los procesos y mecanismos del cambio evolutivo y a un enfoque multi e interdisciplinario, necesario para comprender la biología y el comportamiento humano.
Por otra parte, en fechas recientes el arsenal técnico de la antropología física se enriqueció con nuevas tecnologías: secuenciación del ADN (incluyendo restos óseos antiguos), técnicas imagenológicas como la tomografía axial computarizada, morfometría geométrica, análisis físicos (microscopía electrónica, espectrometría) y modelización. Tecnologías que han sido posibles por el avance de la informática.
Estos avances conceptuales y útiles de la investigación han permitido formular nuevas hipótesis sobre el modo de vida de las poblaciones del pasado y clarificar cuestiones de orden taxonómico, así como plantear una serie de novedosas propuestas de investigación.
El perfil de la antropología física y su enseñanza en la segunda mitad del siglo XX se puede caracterizar por la reflexión teórico metodológica, la diversificación temática (por ejemplo, antropología ergonómica, del trabajo, de la salud, forense), la incorporación de desarrollos tecnológicos, y la transdisciplina.
La antropología física, como una disciplina madura y consolidada, tiene amplia pertinencia en la sociedad contemporánea. Basta mencionar dos grandes situaciones que podemos advertir cada vez con mayor intensidad en el mundo globalizado de nuestros tiempos con amplias repercusiones para la vida humana.
Por una parte, la crisis ambiental, con sus alarmantes fenómenos de cambios climáticos, degradación de los recursos naturales, reducción de la biodiversidad, polución del agua y del aire, efectos a largo plazo de desechos peligrosos.
Por otra parte, la problemática de salud, caracterizada por una morbilidad incrementada (cáncer, enfermedades cardiovasculares, diabetes, SIDA), el envejecimiento poblacional, la malnutrición, el hambre y la sobrepoblación. Temas relevantes que reclaman la atención de los antropólogos físicos y deben ser tomados en cuenta en los programas de formación de antropólogos físicos, en consonancia con las nuevas circunstancias históricas.
“La biología humana no tiene sentido sin la sociedad” En esta tesitura, se pone de relieve el enfoque biocultural que la antropología física en México ha guardado como una significativa tradición académica, enfoque que podemos considerar como un epítome de la complejidad en la teoría y la práctica, que reafirma el pensamiento de Washburn (1968): “La biología humana no tiene sentido sin la sociedad”. Y es que en efecto, para un problema particular a corto término se pueden enfatizar los hechos biológicos o los sociales, pero la evolución del hombre solo puede ser comprendida como un problema biosocial.
«Se trata de una disciplina que trabaja para la solidaridad humana.» La investigación en antropología biológica, comenzando con su enseñanza, se debe encaminar a través del trabajo de equipo, con un enfoque evolutivo integrativo y transdisciplinario. Se sustenta así la gran aportación humanista de la antropología física, como un referente desde la ciencia, en contra del flagelo del racismo y la xenofobia. En palabras del reconocido paleoantropólogo francés Ives Coppens, se trata de una disciplina que trabaja para la solidaridad humana.
Carlos Serrano Sánchez
Doctor en Antropología Biológica por la Universidad de Paris
Investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM
Miembro del SNI y la AMC