Neuropolítica: nuevo discurso de comunicación

Ángel Rubio Moraga. Fotografía: Ricardo López | Gaceta Políticas
“En 40 años hemos descubierto más cómo funciona el cerebro que en toda la historia de la humanidad. Por tanto, el funcionamiento y la activación de ciertas zonas cerebrales a la hora de tomar decisiones han hecho también que el discurso en la política necesariamente tenga que cambiar”, explicó el doctor Ángel Rubio Moraga, egresado de la Universidad Complutense de Madrid, quien agregó: “la neurociencia ha ayudado a entender el cerebro desde que recibe los estímulos, así como durante el procesamiento y reacción a los mismos, indagando en los recuerdos, memoria, empatía, prejuicios y hasta supersticiones”.
El también periodista y especialista en tecnologías de la información indicó que la vieja comunicación política tenía un discurso cerrado, concentrando en una sola característica de alguna clase social, y por ello con poca eficacia,pues solamente abarcaba el convencimiento en masa, elaborando un solo mensaje según la creencia, educación o clase social. De hecho esto era dudoso, ya que no era suficiente concentrar un mensaje único ante los intereses de todo un electorado.
En este marco, puntualizó el investigador, la comunicación política ha transitado del campo de lo público a lo privado. «Hoy, a través el discurso político se busca captar al individuo desde la subjetividad, no la razón. De igual manera busca alejar el mensaje de las declamaciones colectivas, hacia uno donde el individuo actúe de forma individualizada, es decir como sujeto, no como miembro de una masa condicionada o dirigida por los medios de comunicación o la sociedad del consumo”, agregó.
“Nos hemos engañado si creemos que la razón es el último punto a la hora de tomar una decisión”, aclaró el doctor Moraga; “pensar que tomamos decisiones de manera meditada es una ilusión. Éstas se dilucidan mucho antes de que tomemos si quiera la iniciativa. Son manipuladas por factores que tienen recompensa en alguna parte del cerebro, y que tienden a callar en otras dictando actuar de forma contraria. A esto se le denomina disonancia cognitiva; sucede por ejemplo, cuando alguien considera cambiar o mantener su decisión de voto”.
Y agregó, “la decisión electoral es compleja, pues tenemos un inconsciente que tiene que ver en ese proceso de decisión; por tanto, la neuropolítica lo que pretende es construir modelos de comportamiento de los ciudadanos de forma exhaustiva, elaborar un patrón de conducta”. También expresó que “la neuropolítica no es un problema es una solución; hemos encontrado un nuevo discurso en la comunicación política. La neuropolítica es complementaria”
“Para que sea eficaz la oferta política debe comprender cuáles son las relaciones de complementariedad que se dan entre lo cognitivo, emocional, vivencial y el aprendizaje. Sólo de esa forma será posible captar la atención de los ciudadanos en busca de aprobación electoral”, concluyó.