Música y poder
Erick Morquecho

Música y poder. Foto: Blackstone
La música es una forma de arte y una manifestación cultural que, a través de su abanico de composiciones, puede transmitir emociones, narrar historias y reflejar la esencia del alma humana. Desde la antigüedad, inspirada por las musas de la mitología griega, la música ha jugado un papel fundamental en la vida de las personas.
El 11 de junio, en el auditorio Isabel y Ricardo Pozas, los asistentes escucharon una impecable, emotiva y espléndida exhibición musical de un recital de guitarra. El evento estuvo a cargo del destacado artista y musicólogo Daniel Reséndiz, quien deleitó al público con su maestría y sensibilidad artística.
Durante la presentación, que se desarrolló bajo el concepto de «Música y poder», el doctor Fernando Ayala Blanco, coordinador del Centro de Estudios Políticos (CEP), subrayó el impacto profundo de la música como vehículo de cambio y expresión de poder. Daniel Reséndiz reforzó esta idea, mencionando que toda obra musical está creada y dirigida con una intencionalidad que se ve enriquecida por su contexto histórico y cultural.

Daniel Reséndiz en su recital de guitarra acústica y electroacústica. Foto: Rosa Orozco
Un viaje musical a través del tiempo
El repertorio del recital ofreció un recorrido histórico que abarcó desde el Renacimiento hasta el siglo XX, ilustrando cómo la música ha evolucionado y cómo ha sido utilizada para diversos fines a lo largo del tiempo. Las piezas interpretadas incluyeron:
El pequeño guitarrista, ejercicio 1 (Vals): es una composición didáctica utilizada frecuentemente en la enseñanza de la guitarra, que ayuda a los estudiantes a familiarizarse con el ritmo y la técnica del vals. Aunque simple, empodera al aprendiz al desarrollar su técnica y su confianza.
Joseph Sullinger-Tarantella: la Tarantella es una danza folclórica tradicional del sur de Italia, caracterizada por su ritmo rápido y alegre. La versión de Sullinger captura esta energía vibrante, evocando imágenes de festividades y celebraciones, y muestra cómo la música puede inspirar movimiento y alegría comunitaria.
Summertime: compuesta por George Gershwin para la ópera «Porgy and Bess», esta canción de cuna transmite un estado de tranquilidad y esperanza. Considerada una de las piezas más interpretadas y versionadas del repertorio estadounidense, tiene el poder de consolar y calmar, demostrando la fuerza emocional de la música.
Stairway to Heaven: icónico tema de Led Zeppelin, conocido por su estructura compleja y su evolución, que va desde una balada suave a un rock profundo. La canción ha sido interpretada como una metáfora de la búsqueda espiritual y el deseo de trascendencia, mostrando el poder de la música para alcanzar la introspección y el cambio personal; incluso, de acuerdo con el contexto histórico de la canción, se desarrolla en una época de discriminación y represión, donde el rock se posiciona como elemento de protesta, con ruidos fuertes y pesados, precisamente para ser escuchados.
Hoochie Coochie Man (Blues): compuesta por Willie Dixon y popularizada por Muddy Waters, esta canción es un clásico del blues que habla sobre el poder personal y la autoconfianza, especialmente en contextos difíciles como la vida en prisión. Además, refleja el empoderamiento que surge al usar la música como una vía de escape de la dura realidad de las cárceles y el racismo.
Charlie Parker-Billie’s Bounce: es una pieza emblemática del bebop, escrita por el legendario saxofonista Charlie Parker. Representa un cambio radical en la música de jazz, destacando la libertad y la improvisación. Este tema muestra cómo la música puede romper barreras y liberar la creatividad individual.
Ray Charles-Hit the Road Jack: este éxito de Ray Charles significa una singular canción de despedida, con un gran ritmo y un coro pegajoso, que ha sido un himno de autoafirmación. La canción encapsula la fuerza de tomar decisiones firmes y moverse hacia adelante, ilustrando el poder de la música para inspirar acciones decisivas.

El doctor Fernando Ayala y el artista. Foto: Rosa Orozco
Reséndiz utilizó tanto la guitarra acústica como la electroacústica, demostrando la versatilidad del instrumento. La combinación de melodías, discurso y adornos permitió a los oyentes captar diferentes matices en cada canción.
Uno de los momentos más destacados fue la improvisación y la participación de los espectadores, quienes respondieron con aplausos rítmicos, creando una atmósfera de interacción y comunidad. Este acto de complicidad entre el artista y los asistentes subrayó la importancia de prestar atención a lo que escuchamos y cómo respondemos a la música.
El recital culminó con una pieza adicional de blues, a fin de complacer al público, lo cual dejó una sensación de satisfacción y una carga de reflexión sobre el poder transformador de la música.