La juventud de México nació en Avándaro: a 50 años del Festival
Por Manuel A. Robles

Foto: monterreyrock.com
Una memorable leyenda de la cultura popular mexicana destinada a convertirse en un momento disruptivo para una sociedad y una clase política nacional que se caracterizó en esos años por ser cerrada y celosa a expresiones culturales liberadoras, nació el 11 de septiembre de 1971. En medio de un asentamiento en el Estado de México, llamado Tenantongo, decenas de miles de jóvenes se reunieron con júbilo y entusiasmo a disfrutar del Festival de Avándaro. El resultado fue un desordenado pero pacífico fin de semana ambientado por la música de una incipiente generación de bandas nacionales de rock & roll.
La huella que ha dejado en el imaginario colectivo nacional aquel lluvioso fin de semana de 1971 ha sido imborrable y de gran importancia. Para conmemorar los 50 años del Festival de Avándaro, el Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación de la Facultad realizó una serie de conversatorios donde académicas y académicos que han estudiado el tema discutieron la dimensión social y cultural del Woodstock mexicano.

Doctor Alberto Ruiz Méndez. Foto: Gilberto Jesús Morán.
Para el doctor Alberto Ruiz Méndez, de la Facultad de Filosofía y Letras, la música, planteada como un objeto de consumo para dar significado a la vida misma, fue la forma en la que la juventud de la posguerra, entre la década de 1950 y 1960, logró emanciparse de un estilo de vida, que para sus madres y padres era la cúspide de una existencia plena y próspera en lo material: el sueño americano. No obstante, para aquellas hijas e hijos eso no significaba nada más que monotonía bajo el yugo de la tiranía del reloj. Aquel momento histórico, describió Ruiz, era ese donde el capitalismo y la racionalidad fordista eliminaba cualquier espacio para la recreación, la imaginación o la creatividad.
¿Qué se debía hacer con esos jóvenes inquietos y deseosos de otro estilo de vida? La respuesta, en consideración de Ruiz, fue la música rock & roll. “Este género musical representó un desafiante hedonismo eterno que no se preocupa por el porvenir sino que vive en el aquí y el ahora”, aseveró el catedrático.

María José Bataller. Foto: Gilberto Jesús Morán.
Respecto al contexto social del México que vio nacer a Avándaro, la licenciada María José Bataller, antropóloga y divulgadora, hizo recordar a la audiencia la realidad cotidiana de la juventud mexicana que, en un acto de resistencia frente a la represión y la intolerancia a las autoridades, decidió explorar el mundo de la música rock en su expresión más contestataria: asistir a Avándaro.
Woodstock, here I come, fueron las palabras que la maestra Zindy Rodríguez Tamayo, experta en el tema, citó del productor televisivo Luis de Llano, artífice de Avándaro. Su idea fue bastante clara: replicar el festival neoyorquino de Woodstock, de 1969, bajo un esquema comercial y lucrativo. Recordó que precisamente este esquema fue el que llevó a Bob Dylan a rechazar participar en Woodstock.
“Avándaro dio lugar al mito fundacional del rock nacional como cultura transgresora y subversiva”; ha sido el legado en la cultura popular mexicana, sostuvo por su parte el maestro Jorge Velasco García, músico, con 40 años de trayectoria en los escenarios.

Festival de Avándaro. Foto: Graciela Iturbide
Pero las consecuencias de Avándaro no se quedaron allí, durante el conversatorio también se resaltó una notoria contradicción del evento musical en cuestión: por un lado demostró que por su capacidad de convocatoria, el rock & roll significaba un lucrativo nicho de consumo por parte de una juventud mexicana sedienta de expresar su libertad por medio de la música.
Por el contrario, las grandes aglomeraciones de jóvenes cantando y bailando –se habla de que alrededor de 200,000 personas se dieron cita en el lugar– crearon en el gobierno en turno el temor de que estas manifestaciones se tornaran políticas y se recreara un nuevo Tlatelolco. La posibilidad de generar inestabilidad política fue la razón, para Velasco, que al Festival se le marginara y enviara al subterráneo de lo prohibido. Así pues, a la entrañable juventud que nació en Avándaro le esperaría más de una década para que el régimen volviera a permitir expresiones artísticas como la de aquel fin de semana de 1971.