La historia como venganza

En este artículo, José Luis Valdés, analista político, académico de la UNAM nos muestra un ensayo sobre los argumentos y discursos de Donald Trump. Ilustracion: Adriana Godoy González
Men of factious tempers,
of local prejudices,
or of sinister designs, may,
by intrigue, by corruption, or by other means,
first obtain the suffrages,
and then betray the interests, of the people.
Federalist 10
La tendencia sadista es el deseo de hacer
a otros sufrir o verlos sufrir. Este sufrimiento
más frecuentemente es sufrimiento mental.
Su objetivo es dañar, humillar, avergonzar a otros,
o verlos en situaciones embarazosas y humillantes
Erich Fromm
El miedo a la libertad
Donald Trump construye un discurso de mentiras en contra de todo y de todos. Esta narrativa nada convencional, pero entendible tratándose de un político no profesional, fue una constante en su campaña en contra de mexicanos, musulmanes, chinos, mujeres, discapacitados, veteranos de guerra y afroestadounidenses. Y no fue suficiente para que su candidatura perdiera momentum. Una de las razones de que ocurriera esto es que hay un sector de estadunidenses muy resentidos económicamente que se identificaron con él y que se reconocieron en su discurso que afirma la reivindicación de los principios de raza (blanca) y religión (cristiana). De esta manera, Trump hizo del extremismo discursivo su máximo chantaje de campaña y esto abarcó prácticamente todos los frentes internos y externos. Además de romper con todas las reglas del protocolo político y democrático, se planteó una ruptura con los preceptos esenciales de la política democrática estadunidense histórica y de aquellos que nos hereda la democracia liberal, y se pronunció claramente por iniciar una era de aislacionismo hegemónico y regresar al EU nativista y aislacionista. De un plumazo, Trump pretende volver a desestabilizar el Centro Racional de decisiones que priva en el seno del Establishment estadunidense (y que Obama recuperó después del desastre gubernamental de George W. Bush), sólo que esta vez con previsibles consecuencias trágicas.
«La historia está de regreso pero con «una venganza», El argumento aquí es una pregunta: ¿podrá Trump el Presidente, dejar de ser el candidato y gobernar con sentido de Estado? ¿Podrá Trump moderar sus impulsos extremistas y chovinistas y seguir una política interna y externa que cumpla con lo que por consenso se considera prioritario en el futuro de la agenda de la gobernanza local y global? Dados los resultados del voto popular, en los que Hillary Clinton lo aventajó por casi tres millones de votos; la tensión social provocada por las bravuconadas del empresario y la amenaza de expulsar y retener en el exterior a toda la escoria extranjera (muy a pesar de la manifiesta violación constitucional al rechazar a refugiados previamente aceptados y a los ciudadanos con «Green Card», por mencionar algunos); los indicios de que Vladimir Putin estuvo directamente detrás del apuntalamiento electoral de Trump, se nos presenta un hecho que ojalá no tenga que lamentar la humanidad entera y con ella nuestro país: la historia está de regreso pero con «una venganza», como lo señaló The Economist. Las formas y los métodos de Trump recuerdan a los del clásico líder autoritario y mesiánico, y manifiesto mi profundo escepticismo de que el Trump Presidente vaya a cumplir temperamentalmente con las obligaciones que le exigirá la presidencia y no se caracterice ésta por ser una de regresión histórica. La evidencia mayor es la conformación de su gabinete. En ello Trump ha apostado por el extremismo y no por la eficacia probada, y ha dejado de manifiesto que adora a los generales y a los millonarios, que de paso fueron fieles donantes de campaña. En Defensa (SD), el Consejo de Seguridad Nacional y la Secretaría de Seguridad Nacional nominó a tres generales retirados, duros y conservadores respecto a muchos temas. Tal es el caso de James Mattis, nominado para la SD y famoso por haber dirigido la incursión de Bush en Afganistán e Iraq. Se le conoce por su sobrenombre, Mad Dog, y por su declaración: «es divertido dispararle a la gente».
Destaca el nombramiento de Michael Flynn como asesor de seguridad nacional. Flynn fue director de la Agencia de Inteligencia para la Defensa, de la que lo despidió Obama por propensión conspiracionista y paranoica. Algunas de sus afirmaciones: el Islam «es un cáncer», Obama es un «yihadista» que «lava dinero» para los terroristas musulmanes. Una última: que Hillary Clinton encabeza una banda de pedófilos, ya provocó una crisis de seguridad en Washington D.C. Su nombramiento es preocupante, pues se trata de un asiento clave en la coordinación de las agencias de seguridad nacional. Dado el poco talento político e inteligencia emocional de Trump, la última opinión de Flynn será determinante ante una crisis de seguridad, la cual se espera sea sensata. Y está visto que Flynn es todo menos sensato. ¿Escenario de decisiones gravemente extremas y a-históricas?
II
Postulé al inicio de este ensayo que el principal reto que Donald Trump tenía era el de dejar de ser el candidato estruendoso, agresivo, colérico y convertirse en un actor político cuyo actuar estuviera a la altura de la alta investidura que es la jefatura del Estado. Después de escuchar y leer su discurso de toma de posesión, no creo equivocarme, desafortunadamente, al augurar que Trump seguirá en la línea de provocación que lo ha caracterizado. De entre todas las tareas en las que Trump ha sido eficaz, la de provocar e infundir el miedo a sus contrapartes es quizá la más sobresaliente. El último botón de muestra es su actuar durante su primera semana en el poder: errática, frenética, compulsiva y aterrorizante.
El discurso de toma de posesión no se apartó de esta línea de trabajo que Trump ha acometido con cuidado pero poca delicadeza desde que compitió con éxito por la presidencia. En lugar de reivindicar su mote de campaña, «EU primero», invitando al resto de las naciones a acompañarlo en hacerlo como parte de un esfuerzo compartido, optó por parapetarse en el discurso divisivo y paranoicamente aislacionista que lo ha caracterizado desde siempre y refugiarse únicamente en el minoritario ámbito de su base electoral, ignorando a aquella que no votó por él en forma apabullante.
«Trump no pretende sumar sino restar.» Ya desde antes del discurso de toma de protesta, Trump había arremetido en contra de China, aún ante el riesgo de la confrontación, se había pronunciado contra la OTAN, había menospreciado a Ángela Merkel y había amenazado a México en un tono francamente colonialista. Lo destacable de su discurso es que. ignorando las dimensiones de lo que son las economías abiertas en el marco de una globalización ciertamente inequitativa y maltrecha, acusó a los culpables de siempre de haber robado las riquezas y los empleos estadounidenses, haciendo caso omiso de que la tasa de desocupación que le hereda Obama es una de las más bajas de la historia. En este tenor, Trump parece creerse en serio que EU es una nación abusada, explotada, ninguneada por aquellos (China, México, la UE, la OTAN, la ONU) que son partes del conjunto del sistema internacional que EU coadyuvó a edificar. El tono de esta queja permite suponer que Trump no pretende sumar sino restar. Si sus alianzas internacionales se concentraran en Rusia e Israel (y cumple su absurda promesa de apoyar la mudanza de la capital israelí a Jerusalén), es muy factible pensar que los próximos años serán de tensión y no de distensión con todos los riesgos implícitos que esto tiene para la paz y la seguridad mundiales. En el ámbito global, como en el interno también, dado el vacío popular que observamos en el Mall durante su toma de posesión y las protestas generalizadas que se han suscitado, no se observa en Trump al Jefe de Estado, responsable, sereno y prudente que se estaría esperando con ansias en EU y el mundo, después del annus horribilis 2016 que creíamos haber dejado atrás.
«La historia se presenta, de nuevo, como una gran venganza y como nunca antes desde el Nazismo.» Ciertamente la ceremonia republicana de transición de poder cumplió aunque a medias, con la «cadencia poética y suave sensibilidad» que sus organizadores se propusieron. No obstante, lo que parece iniciar con el cumplimiento estricto de la etiqueta democrática que caracteriza al proceso político estadunidense, los desplantes del magnate, atronadores, egocéntricos, populacheros, dejan mucho que desear con miras a la estabilidad de la gobernabilidad en EU. En efecto, Trump inicia su mandato con 40% de aceptación, con el rechazo del movimiento feminista, homosexual y de latinos y afroestadounidenses que al día siguiente de su toma de protesta organizó una marcha masiva convocada por el primero; en suma, Trump ocupa la presidencia con una legitimidad puesta en duda por amplios sectores de la sociedad y de la clase política. Ante el riesgo potencial que esto representa para la estabilidad de su mandato, la lógica llamaría a la cautela. Pues no, Trump volvió a ser Trump y en su ofuscación lanzó un agrio discurso en contra del establishment, del libre comercio y de sus antecesores. Triste comienzo y mal presagio para el futuro de la gobernanza de Estado y de los equilibrios globales. La historia se presenta, de nuevo, como una gran venganza y como nunca antes desde el Nazismo.
José Luis Valdés Ugalde
Analista político, académico de la UNAM y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias
Twitter: @JLValdesUgalde