La Antropología Social: legado e innovación

Cristina Oehmichen, Doctora en Antropología introduce a la Antropología Social desde sus inicios. Ilustración: Ángela Alemán
La Antropología Social surge en las primeras décadas del siglo XX en Inglaterra como una práctica profesional. Para Radcliffe Brown, uno de sus fundadores, esta nueva disciplina científica era considerada como una ”sociología comparada”, encargada de investigar las culturas y formas de organización de sociedades diferentes a la propia. Los antropólogos británicos contaban ya con los aportes de sus antecesores, como James Frazer, Henry Lewis Morgan y otros, que buscaban explicar la evolución de las culturas y sus características en cuanto a formas de vida, creencias, tecnologías relaciones sociales, entre otras muchas cosas.
Con el surgimiento de la Antropología Social británica, la disciplina dio un salto cuántico, al plantearse la necesidad de que toda información que es materia de estudio de los antropólogos, sea obtenida en campo, a partir de fuentes de primera mano. Ya no bastaba con lo que contaran los viajeros, misioneros y aventures que describían, a veces de manera fantástica, lo que habían visto y escuchado en relación con otras culturas diferentes a la propia. Para la Antropología Social británica, la construcción el conocimiento científico se da a partir de la información que pueden obtener los antropólogos profesionales durante sus estancias prolongadas con los pueblos que estudia y la convivencia cotidiana con las personas con quienes trabaja.
Así se generó toda una corriente de pensamiento que marcaría una pauta fundamental que distinguiría a la Antropología Social de otras ciencias sociales: el trabajo de campo realizado a partir de la convivencia prolongada entre miembros de los grupos y culturas con las que el antropólogo entra en relación.
El trabajo etnográfico es un elemento clave del trabajo del antropólogo social. Por medio de éste, el antropólogo genera nuevos conocimientos, ponen a prueba sus hipótesis, plantea teorías explicativas e interpretativas que buscan dar cuenta de la diversidad sociocultural humana. El trabajo etnográfico es una pieza clave en todo trabajo de investigación, el cual consiste en realizar una observación detallada de todo cuanto sucede en un pueblo, una aldea, un grupo o una comunidad, a partir de objetivos claros de investigación.
«Se trataba de saber cómo la gente se organiza y reproduce su sociedad cuando no existe un Estado centralizado» Los antropólogos británicos tenían la posibilidad de indagar sobre las formas de pensar, vivir y hacer de los pueblos de pueblos distantes, ya fueran de África, Asia o de Oceanía, principalmente. Se trataba de saber, entre otras cosas, cómo la gente se organiza y reproduce su sociedad cuando no existe un Estado centralizado. Entre sus temas, estaba el estudio de las formas de organización social y su articulación con la magia, el mito y el rito.
Por esas mismas fechas, en Estados Unidos nacía la Antropología Cultural. Su diferencia con respecto a la antropología social británica radica en que, según diversos autores, en el hecho de que Estados Unidos no contaba con acceso a “sociedades completas” que pudieran investigar los antropólogos, sino sólo con fragmentos de aquellas que habían logrado sobrevivir a la expansión europea. Los antropólogos estadounidenses indagaban en torno a las culturas americanas, a sus pautas culturales, sean creencias, rituales, formas de intercambio material y ceremonial.
En tanto, Francia se distinguiría de los anteriores al denominar a su disciplina como “Etnología”. En realidad, estas tres escuelas nacionales serían la cuna de la antropología contemporánea y tendrían como común denominador el conocimiento de otras culturas.
En México, la antropología tiene una larga tradición y ha atravesado por diferentes etapas. Un primer momento lo podemos ubicar en 1911, cuando el antropólogo estadounidense de origen alemán, Franz Boas, llegaba a la Universidad Nacional para impartir ocho cursos sobre temas de antropología cultural y antropología física.
Para 1916, uno de sus alumnos, Manuel Gamio, daba a conocer un libro fundacional de la antropología mexicana, que lleva por título “Forjando Patria (pro-nacionalismo). Esta obra, surgida en medio del debate sobre el tipo de Nación que se perseguía con el triunfo de la Revolución, se refiere a la diversidad étnica, lingüística y cultural del país, que para entonces contaba con más de un 60% de población indígena. Para Gamio, una de las tareas fundamentales del gobierno revolucionario era la incorporación activa de la población indígena a la vida económica, política y social del país. Forjar patria consistía precisamente eso: crear una nación unificada que permitiera incorporar a la población indígena al progreso, económico, político y social del país, tarea para la cual, la antropología tendría un papel preponderante.
Gamio hablaba de la necesidad que tenía México de unificarse cultural y lingüísticamente, después de haber transcurrido por una revolución muy violenta quedaba fin a una dictadura de 30 años, y buscaba acabar con la gran desigualdad social prevaleciente. Para él, la antropología debería servir al “buen gobierno”, siendo esta una de sus finalidades.
La antropología mexicana surge así como una disciplina científica que busca generar conocimientos científicos y a la vez responder a los grandes problemas nacionales: unificar a la nación y promover el bienestar social de la población mayoritariamente indígena.
Durante las décadas siguientes, la antropología se institucionaliza. Se crea el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Escuela Nacional de Antropología e Historia y el Instituto Nacional Indigenista. El trabajo de la antropología social se orientó a conocer a las culturas indígenas, y en su vertiente aplicada, a impulsar programas de transformación social que permitieran construir una sociedad mas justa e igualitaria.
A diferencia de las antropologías británica, estadounidense y francesa, la mexicana, se interesa más por generar conocimientos y, además, atender los grandes problemas del país, para contribuir a su solución. En términos teóricos y metodológicos, se desarrolla una amplia escuela de investigadores que abrevan de las aportaciones teóricas de los países metropolitanos, que fueron cuna de la antropología. Pero, a diferencia de ellos, la antropología mexicana se nutre de diversas corrientes del pensamiento antropológico mundial, con una orientación heterodoxa que no marca fronteras excluyentes entre diversos paradigmas teóricos y “escuelas nacionales”.
«Los miembros de la población indígena viviendo en condiciones de pobreza y exclusión… Élites y grupos en el poder, reproduciendo las relaciones de dominación y explotación sobre la población nativa.» Los antropólogos sociales colaboran con diversas instituciones del gobierno para lograr la integración de la población indígena al proyecto nacional. Sin embargo, los resultados no fueron los esperados. Ahí estaban los miembros de la población indígena viviendo en condiciones de pobreza y exclusión. El modelo integrativo había demostrado su fracaso, pues los indígenas continuaban viviendo en condiciones de opresión. Pablo González Casanova y Rodolfo Stavenhagen se refirieron a esta situación y señalaron que dichas condiciones eran producto del “colonialismo interno”, toda vez que las élites y grupos en el poder, continuaban reproduciendo las relaciones de dominación y explotación sobre la población nativa.
En década de 1970, estas políticas serían fuertemente criticadas por los antropólogos, pues las prácticas de incorporar a los indios al desarrollo a través de la aculturación, esto es, que dejaran de ser indios, significaba cometer “etnocidio”. Esto no significa que se matara a los indígenas, pero sí a sus culturas, en aras de una homogeneización social y cultural .
En esos años, Guillermo Bonfil Batalla, Mercedes Olivera, Enrique Valencia, Margarita Nolasco, Arturo Warman y otros destacados antropólogos mexicanos, daban a conocer un libro publicado por la Sociedad de Alumnos de la Escuela Nacional de Antropología e Historia titulado “De eso que llaman Antropología Mexicana2. Este fue un texto fundacional de una nueva época del desarrollo de la antropología social en nuestro país.
A partir de entonces, la política de integrar a los indígenas a la corriente del mestizaje sería fuertemente criticada por los antropólogos, quienes se sumarian al movimiento indígena que ya desde la década de 1970 demandaban el respeto a sus lenguas, culturas y formas de organización social. Exigían el respeto a su derecho de mantener y desarrollar sus propias culturas.
Hoy, la antropología del siglo XXI ha diversificado sus temas y sujetos de estudio. Ya no se trata solamente de estudiar las culturas diferentes a la propia: se trata de indagar, además, a grupos y culturas similares a la propia, o grupos y sectores sociales a las que pertenece el antropólogo. Forma parte de una tradición latinoamericana, que dialoga con otras antropologías del mundo, que ha tenido entre sus elementos distintivos, su compromiso con los problemas que vive el país y a cuya solución busca contribuir con sus estudios, conocimientos, maneras de acercarse a los problemas de investigación y ofrecer propuestas para la comprensión de la diversidad cultural, étnica y social del país.
Cristina Oehmichen
Doctora en Antropología por la Facultad de Filosofía y Letras
Investigadora del Instituto de investigaciones Antropológicas (IIA) – UNAM