Gran participación estudiantil en concurso de disfraces
Por Tamara Piñera

Recta final del concurso. Foto: Myriam Corte
La larga fila de estudiantes comenzaba en la entrada del auditorio Ricardo Flores Magón de la Facultad y terminaba en la rampa lateral. Era una fila gigante, desordenada, que perdía forma. Alumnos disfrazados eran quienes, en su mayoría, la conformaban. Se reían nerviosos, gritaban, se arreglaban el maquillaje y daban los últimos retoques para entrar al lugar, concursar y llevarse el triunfo por el mejor disfraz.
Algunas personas pasaban por el sitio y se sentaban en las escaleras de la explanada baja. Otras, seguían su camino sin poder ignorar los disfraces tan creativos de los jóvenes, entre ellos, una caja de cereal al que todos le tomaban fotografías.
La FCPyS no era la misma de la cotidianidad, su comunidad estaba feliz, envuelta en la festividad, comida y música en vivo. Los colores grises de las paredes de los edificios combinaban con algunos artificios y máscaras de terror y contrastaban con las coloridas ropas de otros estudiantes.

Mosaico de disfraces. Foto: Myriam Corte
A las 2:00 en punto de la tarde abrieron las puertas del Flores Magón. Los estudiantes, previo registro en una lista que estaba en la recepción del auditorio, pasaban por el podio de 10 en 10. Los recibía un hombre disfrazado de catrín. Todo era muy ágil. El deseo de desfilar rápidamente al frente de todos, y disfrutar del evento, era evidente no sólo en los alumnos, sino también en los organizadores.
Las butacas se fueron ocupando. Las personas del staff también estaban disfrazadas, corrían de aquí para allá, acomodaban a la gente y daban los últimos arreglos al escenario, en el cual, al fondo, había una mesa adornada con flores de cempasúchil y papel picado. Ahí, permanecían los premios al ganador del primer, segundo y tercer lugar del concurso.

Auditorio lleno. Foto: Myriam Corte
Alrededor de las 2:15 y después de la tercera llamada, la competencia comenzó. En el escenario apareció «Pogo, el payaso«, con un cartel colgando de su cuello en el que se leía: «Los verdaderos monstruos somos los humanos». A su lado se encontraba Tiffany, la novia de Chucky. Ambos se encargarían de dirigir el evento, comenzando por explicar la dinámica y dando a conocer los premios, que iban desde una taza alusiva a Halloween, hasta una cena en un restaurante con temática de Tim Burton.
Después de un número de baile de cuatro estudiantes, el primer concursante apareció. Se trataba de un soldado de videojuegos, quien de su mochila militar sacó dos bebidas, una de color rosa y otra azul. Las lanzó al público y entre aplausos, chiflidos y gritos, las atraparon. Algunos se decepcionaron por no tenerlas, pues era vodka lo que contenían esas botellas.
Cada participante tenía un minuto para defender su performance. Podían bailar, actuar, dar un discurso o simplemente hacer una pasarela por el escenario. La música sonaba fuerte y las porras siempre alentaron a los concursantes. Todos se veían emocionados y contentos. El público nunca dejó de aplaudir ni la música de sonar. El Flores Magón estaba lleno de música y fiesta, de aplausos y mucha curiosidad por ver desfilar a los 40 concursantes del Polakween.

«Manos de tijera». Foto: Myriam Corte
Los disfraces eran muy variados, unos más creativos que otros, pero nunca dejaban de sorprender. Algunos participantes improvisaban en sus presentaciones. Otros llevaban sus números preparados, como el caso de Cher Horowitz, de «Clueless«, quien con su acento elegante y característico, pidió que votaran por ella, soltando uno que otro chiste sobre «funar» en Twitter a quien no lo hiciera. El «come galletas» también se hizo notar debido a sus chascarrillos sobre consumir galletas con marihuana y vivir en la basura.
La toalla femenina no sólo fue uno de los disfraces más controversiales y creativos, sino también uno de los más escandalosos y divertidos, llevándose por ello, el tercer lugar de la competencia; seguida de «El Pan de Muerto», quien obtuvo el segundo, y «Edward, Manos de Tijera», ganador del primero, debido al gran parecido y creatividad mostrada en la elaboración del disfraz.

«Pan de muerto». Foto: Myriam Corte
Para los jueces fue complicado determinar a los ganadores, pues muchos de los asistentes hicieron saber entre gritos y porras, que el conjunto de «Up, una aventura de altura», era quien debía estar entre los tres mejores; sin embargo, no fue así. Entre la decepción de algunos, un señor comerciante del plantel se comprometió a recompensar el esfuerzo y la creatividad de los demás participantes que también llegaron a la última recta, lo que causó emoción en el público.
Finalmente, se premió a los triunfadores y se llevó a cabo otro número musical. Los participantes bailaron, el público cantaba y el staff se preparaba para despedir a todos, no sin antes hacer mención de los esfuerzos de la Coordinación de Atención a los Estudiantes y algunos alumnos encargados de organizar tan divertido y terrorífico Polakween.