Es mejor guiar los recursos contra el terrorismo al desarrollo social

La definición de «terrorismo» no se ha establecido. Foto: UNAM Global.
Por Diana Reyes Salvador
Aun con el crecimiento del presupuesto militar y de defensa estadounidense contra el terrorismo, sobre todo ante los hechos del 11 de septiembre de 2001, este gasto no volvió al mundo más seguro a 20 años de distancia de aquellos sucesos; por lo tanto, se debe cuestionar si dichos recursos generaron efectos reales, y si no, entonces guiarlos en otra dirección, como podría ser una estrategia de desarrollo social.
Estas reflexiones fueron expuestas el 8 de septiembre por la doctora Cristina Rosas, internacionalista de la FCPyS, en la Conferencia Magistral del foro: A 20 años del 9-11: la globalización del terrorismo y su impacto en la seguridad nacional e internacional.

Doctora Cristina Rosas. Foto: Alejandro Pérez.
Bajo esta línea, la docente destacó que el terrorismo impide ver otros problemas que el mundo sufre, mayormente fenómenos naturales y otras catástrofes humanitarias, razón por la cual se debe tener una visión integral de los asuntos internos y externos de los pueblos, pero sobre todo no olvidar que el terrorismo no nació hace 20 años y que, desafortunadamente, tampoco ha terminado.
Cristina Rosas también apuntó que los actos del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos probaron que ni el país más poderoso estaba exento de ser atacado, y que sus secuelas impactaron no sólo a un país sino al mundo.

Genaro Beristain, Fausto Quintana, Cristina Rosas y Alfonso Aragón. Foto: Alejandro Pérez.
Al referirse, precisamente, a la globalización del terrorismo, la docente indicó que la definición de lo que significa “terrorismo” no ha sido establecida, lo que ha dejado que ciertos actores manipulen el término a su conveniencia, como lo fue en el caso de Nelson Mandela, quien incluso era considerado terrorista por el gobierno blanco de su país.
Al contextualizar los sucesos del 9-11 explicó que la destrucción de las Torres Gemelas se tradujo en un daño económico, mientras que el ataque al Pentágono representó un deterioro militar. También enfatizó el papel de los medios de comunicación en dichos acontecimientos, pues fueron ellos los que crearon una mayor cobertura y, por ende, un mayor impacto ante el mundo.
Finalmente señaló a dos protagonistas de primera línea en aquellos sucesos: los destinatarios, que fueron las víctimas inmediatas, mismas, que a la vez, fueron el medio para llegar al receptor principal, es decir, el gobierno estadounidense.