El envenenador de la juventud
Por Tamara Piñera

Escritor Alejandro Rosas. Foto: Metzi Rodríguez
Fue en el jardín digital de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, en medio de cables, un amplificador y un grupo de estudiantes, que se presentó el escritor Alejandro Rosas, nombrándose a sí mismo «el envenenador de la juventud», debido a su gran deseo por contar la historia desde otros espacios, aparte de compartir esos relatos que parecen olvidados, pero forman parte de la identidad de una nación.
La charla con Alejandro, quien se ha dedicado a la divulgación de la historia y a la docencia en el plantel, se dio de forma orgánica y genuina, en una acción que parecía lejana a los estudiantes, quienes están acostumbrados a las conferencias en los imponentes auditorios de nuestra institución. Por esta razón, se acercaban curiosos y sorprendidos, encontrando pocos lugares entre las mesas ya ocupadas.
Manteniendo la atención de los alumnos y uno que otro profesor, Alejandro Rosas respondió a la primera pregunta de Shoshaná Hernández, de Literatura UNAM, institución que junto con la FCPyS organizó esta plática, respecto a la importancia de la historia escrita, mencionando que es fundamental que exista un registro de los hechos que se viven todos los días, a fin de que no se queden únicamente en el imaginario de la oralidad, pues se busca construir una identidad a través de pequeños eslabones que se mantienen de modo permanente a través de las letras.
En ese mismo sentido, señaló que no debe haber una división entre la historia con “hache” mayúscula y la historia con “hache” minúscula, sino deben estar entrelazadas. Él, por ejemplo, dijo, al ser divulgador, busca conversar con la gente, acercarse al mayor número de personas, aterrizar la historia académica a espacios más accesibles para las personas. De igual forma, destacó la importancia de acercarse a la historia sin prejuicios, sino con la intención de conocer y entender una época, sin caer en el error de la comparación de personajes o circunstancias, pues cada uno responde a su propio contexto.

Entrevistadora y Alejandro Rosas. Foto: Metzi Rodríguez
La entrevista fluyó entre preguntas que ya se tenían preparadas y temas que Alejandro dejaba en puntos suspensivos y se retomaban eventualmente, uno de ellos fue la ficción y la novela histórica. Al respecto, subrayó lo necesario que es respetar cada género, pues en la novela histórica no se sabe cuándo un autor se toma ciertas licencias para narrar una situación y, erróneamente, se llega a considerar como una verdad.
En la misma línea, apuntó que muchas veces la historia está cargada de ideologías, es decir, se puede encontrar manipulada por el poder político; por esa razón, no puede afirmarse la existencia de una verdad histórica, sino de hechos históricos.
Finalmente, con un gesto de insatisfacción, Alejandro Rosas enfatizó que hace falta presupuesto y espacios para la divulgación, pues no se da la importancia suficiente a la literatura, la cual, desde su punto de vista debe ser una materia obligatoria en todas las áreas de estudio. Para concluir, recomendó una serie de libros para conocer la historia a través de las letras, entre ellos: La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán; la trilogía Patria, de Paco Ignacio Taibo y, por supuesto, Érase una vez México, de su autoría.