«Carro de comedias»: actuaciones que divierten, pero también abren la reflexión
Por Samantha Varela

Presentación de la obra: «El alma buena de Sezuán». Foto: David Cabrera.
El sol del mediodía cae sobre el estacionamiento de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Entre el bullicio de los estudiantes que van y vienen a clases, un escenario sencillo, pero llamativo, se levanta en el centro del lugar: el Carro de Comedias de la UNAM ha llegado a nuestro plantel.
Ante la comunidad expectante, un grupo de actores se prepara para lo que promete ser una función singular, pues presentarán «El alma buena de Sezuán», una obra que, como el eco de un viejo proverbio chino, resuena con fuerza en el presente. Escrita por Bertolt Brecht, la historia nos confronta con la eterna lucha entre la bondad y la supervivencia, en un mundo dominado por la codicia y la injusticia.
Con el repiqueteo de tambores y el sonido agudo de una flauta, la función comienza. Tres dioses con máscaras imponentes descienden al mundo en busca de un alma verdaderamente buena. Su andar es solemne, casi hipnótico, pero la risa no tarda en aparecer cuando el juego escénico rompe con la solemnidad. Los estudiantes, que al inicio observaban con cautela, empiezan a acercarse.

La comunidad disfruta la puesta en escena . Foto: David Cabrera.
En el centro de la historia está Shen Te, una mujer que, con su bondad, logra conmover a los dioses, pero se enfrenta a una sociedad que no le permite sobrevivir sin sacrificios. La interpretación es intensa: las máscaras ocultan los rostros de los actores, pero sus cuerpos hablan con una energía arrolladora. La injusticia de género, la desigualdad y el dilema moral de la protagonista se dibujan con cada gesto.
Entre carcajadas y momentos de tensión, la historia avanza, pero la verdadera sorpresa llega cuando los actores rompen la cuarta pared. La mirada del público se cruza en una mezcla de asombro y nerviosismo. Luego, entre titubeos, algunos valientes aceptan la invitación y suben al escenario.
El desenlace llega entre el eco de tambores y un monólogo que deja al público en silencio. El dilema sigue sin resolverse: ¿es posible ser bueno en un mundo que exige astucia para sobrevivir? El elenco se despide con una reverencia.

Los actores integraron al público a la función. Foto: David Cabrera.
Los aplausos rompen y la obra termina, pero la sensación de cuestionamiento persiste. Algunos estudiantes comentan en voz baja, otros se quedan con la mirada fija en el escenario vacío. El Carro de Comedias ha cumplido su propósito: sacudir conciencias, provocar reflexión y, con un poco de suerte, sembrar la semilla de la duda sobre el mundo que habitamos.
El alma buena de Sezuán ha hablado, y la FCPyS ha escuchado.