Ayuda emergente la del #S19

Iván Islas y Patricia Martínez. Fotografía: Daniela Chávez| Gaceta Políticas
Un sismo de magnitud 7.1 grados azotó la Ciudad de México, que como una ironía de la vida, ocurrió el mismo día que hace 32 años, un 19 de septiembre; un desastre que nuevamente evidenció la falta de acción oportuna por parte del gobierno, corrupción en el ámbito inmobiliario y la respuesta inmediata de la ciudadanía.
Estos aspectos fueron comentados en la mesa: Desastre natural o construcción social. Acciones y respuestas desde el gobierno y la sociedad civil ante los sismos del 7 y 19 de septiembre, en la que participaron los profesores Iván Islas, coordinador del Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación (CECC); Patricia Martínez Torreblanca, adscrita al CECC y Christian Ascensio, del Centro de Estudios Sociológicos.
A diferencia del temblor de 1985, Islas mencionó que la disponibilidad del nuevo ecosistema mediático permitió que la información de lo que ocurría, así como dónde se necesitaba ayuda, fluyera con mayor velocidad, a pesar de las fallas técnicas y la saturación de información de los posteriores días al hecho.
La ayuda, continuó principalmente por parte de ciudadanos que organizaron brigadas para retirar escombros, centros de acopio o plataformas de información sobre zonas de riesgo, lo cual es una muestra de que una vez más la ciudadanía rebasó a la autoridad, aunque ésta cuente con protocolos ante emergencias.
Sin embargo, recalcó que los viejos medios de comunicación tuvieron un comportamiento tradicional dando prioridad a su lógica mercantil, es decir, vieron a sus receptores sólo como consumidores para venderles el caso de la niña Frida Sofía; asunto que mostró “una actuación irresponsable para las audiencias, pues éstas no fueron informadas sobre lo que acontecía, pero sí difundieron una historia irreal”.

Mauricio Márquez y Christian Ascensio. Fotografía: Daniela Chávez| Gaceta Políticas
Respecto al mecanismo de ayuda posterior al sismo, es oportuno analizar cuáles son los procesos de reconstrucción, ya que el regreso a la “normalidad” es largo y complicado. La vida cotidiana se compone de diversos quehaceres que a raíz de un desastre como lo es un temblor deja también al descubierto las desigualdades sociales que ya existían antes de este fenómeno natural.
Ante una situación como lo que se vivió el 7 y 19 de septiembre en la ciudad y en algunos estados del país, se reestructuraron cadenas de confianza entre los ciudadanos. La gente que llegaba a los centros de acopio preguntaba: ¿qué puedo hacer?, todo esto con tintes de desorganización, pues es difícil encontrar un espacio de auto organización, expresó.
En su momento Patricia Martínez Torreblanca apuntó que estos hechos ponen a la luz a los damnificados del sismo y a los del sistema, es decir, las pérdidas humanas, los daños estructurales, la ayuda inmediata para unos y la ausencia de apoyo para otros. En este marco, puntualizó que un sismo como el acontecido sólo construye cadenas de ayuda emergentes y no así aquellas que ayudarían a la construcción social real para solucionar realidades.
La participación ciudadana apareció con el sismo y al regresar a la normalidad desapareció; esto nos habla de los avances y retrocesos en la ciudadanía y en las instituciones; una ciudadanía participativa, emergente, que ante la desgracia recupera el valor de la vida, en un país donde diariamente matan a personas, y una autoridad sin mando ni rumbo frente a un desastre, y que además poco promueve la cultura de la protección civil y sí la corrupción.