Adolfo Gilly, el oficio de historiar y su compromiso con la justicia social
Por Rosa Fernanda Orozco

Foto: Excélsior
El coloquio, Historia a contrapelo. Adolfo Gilly, el oficio de historiar, fue diseñado para conmemorar y reflexionar sobre la vida y el legado de uno de los profesores, que en vida y luego de ella, sigue siendo uno de los más prestigiados de la Facultad.
En el homenaje, que fue un espacio de encuentro e intercambio de ideas, donde se exploraron las contribuciones intelectuales y el compromiso activista de Gilly, así como su influencia en la comprensión de la historia y la política en México y América Latina, se reunieron destacados académicos, como los doctores Massimo Modonesi, Karla Valverde, Luz María Cruz, Tatiana Pérez y Edgar Urbina, docentes del plantel.
Adolfo Gilly fue un singular intelectual, historiador y político, nacido el 25 de agosto de 1928 en Buenos Aires, Argentina. Su vida estuvo marcada por su compromiso con la justicia social y la lucha por los derechos de los trabajadores y los marginados. Desde joven mostró un profundo interés por la historia y la política, lo cual lo llevó a involucrarse en gestas sociales. Durante su juventud fue miembro del movimiento estudiantil de la UNAM, donde estudió Historia.
La doctora Karla Valverde, coordinadora del Programa de Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales, apuntó que la lectura del libro de Gilly, La revolución interrumpida, cambió radicalmente su perspectiva de la historia y su comprensión de los movimientos sociales. El autor fue para ella un maestro, de quien aprendió a través de su obra, así como un mentor generoso y siempre dispuesto a compartir su conocimiento. “Admiro profundamente el trato cálido y siempre respetuoso que Adolfo tenía hacia los trabajadores y cada persona que cruzaba su camino; su ejemplo me enseñó la importancia de dar la mano y ofrecer esperanza a quienes más lo necesitan”, afirmó.

Massimo Modonesi, Karla Valverde, Luz María Cruz, Tatiana Pérez y Edgar Urbina. Foto: Fabián Mendoza
Por su parte, la doctora Tatiana Pérez resaltó la gran figura académica militante que fue Gilly, cuya vida se delineó entre la teoría y la práctica. Como profesor universitario, precisó, rechazaba los formalismos y prefería ser llamado por su nombre. Desde una edad temprana, su orientación socialista lo condujo a sumergirse en análisis profundos de México, culminando con su participación en la guerrilla guatemalteca. Tras su detención y encarcelamiento en 1966, escribió La revolución interrumpida, un texto respaldado por Rafael Galván, que refleja su profundo interés en comprender la Revolución Mexicana y alimentar un sentimiento de esperanza en la sociedad.
A pesar de los obstáculos, remató la expositora, su compromiso con México nunca se debilitó, desde su presencia en la campaña presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas, en 1988, hasta su apoyo a la rebelión indígena de Chiapas, en 1994, todos los hechos que vivió lo marcaron profundamente y lo llevaron a ofrecer una perspectiva única, que coloca a los verdaderos protagonistas de la historia en el centro, elevando la importancia de la gente común en la narrativa política y social del país.
El doctor Massimo Modonesi subrayó la profunda influencia que Adolfo Gilly ejerció en su formación, pues él fue moldeado por las líneas ideológicas que éste le legó. Admiraba particularmente su intelectualidad aguda y su compromiso militante con grupos revolucionarios, una característica que despunta entre sus rasgos distintivos. A pesar de las críticas recibidas, Gilly abogaba por la auto organización de las masas y defendía sus corrientes de pensamiento. Su reconocimiento en el movimiento zapatista y su visión revolucionaria consolidan su legado como un pensador y activista comprometido con la transformación social.

En palabras de la doctora Valderde, el libro, La Revolución interrumpida, de Gilly, cambió su perspectiva de la historia. Foto: Fabián Mendoza
Los demás ponentes coincidieron en que Gilly es reconocido no sólo por su vasta contribución intelectual y política, sino también por su ética y defensa de los ideales de justicia y solidaridad. A lo largo de su vida fue una voz incansable en la lucha contra la injusticia y la opresión, así como por el respeto de los derechos de los más desfavorecidos. Su herencia como una «buena persona» se manifestó en su búsqueda de la verdad, su valentía para enfrentar las injusticias y su dedicación para construir un mundo más justo y equitativo para todos. Fue y es un ejemplo de integridad, pasión y compromiso con la causa de los oprimidos, y su vida y obra continúan inspirando a generaciones de activistas y pensadores en México y en todo el mundo, finalizaron los profesores.