1968, Año irrepetible
Por Denzell Small

Escena de 1968. Foto: Gaceta UNAM, Suplemento No. 21, 2018
En la conferencia: 1968. La revolución del pensamiento, Mario Núñez y Edgar Morales, representantes del entonces Consejo Nacional de Huelga (CNH) de la FCPyS y de la Preparatoria No. 7, respectivamente, así como Jorge Meléndez, en aquel momento diputado del Partido Comunista Mexicano; Cristina Gómez, activista, y Leonardo Figueiras, profesor del plantel, presentaron ante un Auditorio Ricardo Flores Magón totalmente lleno, sus experiencias, recuerdos y reflexiones acerca de un tema del cual fueron testigos y participantes activos: el movimiento estudiantil mexicano de aquel año.
Al tomar la palabra, Edgar Morales se refirió a 1968 como un “gran e irrepetible año», al tiempo que citó a Gabriel García Márquez, quien afirmó que en aquel momento se vivió el nacimiento de las nostalgias de esa generación y puede considerarse un anus mirabilis, año de los milagros.
En su opinión, a pesar de que el 2 de octubre no se olvida, lo que sí se olvida es el movimiento estudiantil. Indicó que esta fecha es para recordar “a los asesinos de la lucha por la libertad y la pugna por la justicia; es el día de los opresores, no de los oprimidos”. Aludió al líder Marcelino Perelló, quien refirió que aquella gesta duró del 22 de julio hasta la disolución del CNH, tiempo en el cual, sólo en una de esas jornadas el protagonismo no cayó sobre los alumnos sino en sus opresores: el 2 de octubre, punto en el que “inició la creación de una leyenda triste”.
Destacó que la remembranza del 2 de octubre cubre 68 grandes jornadas que proyectaron sentimientos, ideas, creatividad, alegría, esperanza, ánimos de lucha por demoler años de autoritarismo, así como a la familia y a la religión tradicional mexicanas, legitimadoras del Estado totalitario y hegemónico. Comentó que algunos de los logros de ese movimiento fueron la consecución de su propia dirección y formas de organización, a través del CNH; la generación de un órgano colegiado, elegido de manera democrática; además de que se ubicó como una práctica ofensiva, no defensiva, que buscó revolucionar conciencias, y que al final consiguió reconfigurar la cultura y cambiar para siempre a la juventud de México.

Marcha del 2 de octubre de 2014. Foto: Reuters
Los jóvenes del 68 vivieron una “lucha difícil, pero alegre”; por tanto, el 2 de octubre debe verse así y no como un luto; es el recuerdo de una exigencia fundamental: que el Estado sea garante de justicia y no una pantomima que beneficia a unos cuantos.
La doctora Cristina Gómez, activista en el 68 y hoy historiadora y catedrática de la Facultad de Filosofía y Letras, describió aquel suceso como “el movimiento estudiantil más importante del país de la segunda mitad del siglo XX”. A pesar de ello, externó la paradoja de que el hecho no ha sido objeto de estudio sociológico, politológico e histórico serio, pues las investigaciones existentes de esta naturaleza son muy pocas. “Sí hay crónicas, novelas, relatos y testimonios de los protagonistas, como las obras de Poniatowska (entre otras) que sirvieron para preservar la memoria, pero a algunas, después de 54 años, el historiador aún las retoma con pinzas, pues son recuerdos de recuerdos”. En este marco, invitó a los presentes a realizar estudios con metodología, ya no sólo para mantener memoria, sino para crear historia.
Para comprender el espíritu de la época, advirtió, es necesario entender el contexto de la década de los sesenta a nivel global, pues no se puede pasar por alto que eran los tiempos de la Guerra Fría, del debate del comunismo contra el liberalismo, de la pugna geopolítica URSS-USA (donde México se alineó con la esfera occidental, democrática, y en teoría, libre). También se propició una revolución cultural de escala mundial con un rasgo fundamental: la unión de las juventudes sin distinción de nación, raza, género o credo; esto es, se internalizó la juventud a través de la cultura. Acontecimientos como la Guerra de Vietnam se volvieron un parteaguas mundial ante el genocidio de la población. Se dio la Revolución Cubana, el asesinato del Che Guevara en Bolivia, estalló la Guerra de los Derechos Civiles y se aniquiló a su dirigente más representativo, Martin Luther King.

Jorge Meléndez, Cristina Gómez, Leonardo Figueiras, Mario Núñez y Edgar Morales. Foto: Tamara Piñera
Con base en este escenario, la doctora exhortó a la actual generación a plantear tareas a ejecutarse hoy, así como lo hicieron aquellos jóvenes: “en la vida se trata de vivir (y recrear) la época”. Antes de finalizar subrayó que el 2 de octubre no se olvida porque “en ningún otro de los 65 países con movimientos sociales hubo una masacre como la de aquí, donde además de que no hubo justicia, ningún responsable pagó por ella”.

El 2 de octubre no se olvida. Foto: 24 Horas, El diario sin límites, 2022
Jorge Meléndez, señalado por la profesora Gómez como el “decano y un ejemplo del periodismo independiente”, quien también fue dirigente en la huelga estudiantil de 1966, manifestó que dicho movimiento buscaba libertades político-culturales y que el 68 trajo transformaciones; sin embargo, apuntó que los actores no estuvieron preparados para las circunstancias.
Después de apuntar que en ninguno de los 65 movimientos mencionados por la doctora Cristina se pedían cambios económicos, sino sólo políticos, culturales y sociales, resaltó la mega centralización monopólica que tienen hoy grandes empresas transnacionales, donde seis de ellas controlan al resto, y en cuyo top 10 de billonarios, la riqueza se acumula en la esfera anglosajona y europea, es decir, en el primer mundo global. De hecho, precisó, “cada vez la situación en el planeta es más desigual y los poderosos gastan mayores cantidades, especialmente en armamento”.
Siguiendo esta línea, sentenció: «el presidente en turno dice que se acabó el neoliberalismo, pero Salinas Pliego es tratado con favoritismo, entonces no hay congruencia». En concreto, cerró, «la izquierda de vanguardia debe pelear al poder económico y a los poderes mediáticos».
Por otro lado, aseguró que “en la Universidad se aprende a cuestionar, inclusive, a los maestros”; por lo tanto, se requiere estudiar, investigar y hacer la tarea. Concluyó que el 2 de octubre no se olvida porque ahora la represión es más sutil y hay que estar preparados para observarla.

Estudiantes arrestados. Foto: Gaceta UNAM, Suplemento No. 21, 2018
Para finalizar, Mario Núñez sostuvo: “cuando comparo a los caídos y encarcelados en el 68 con los miles de muertos en la guerra contra las drogas, la diferencia en números es abrumadora. En este sentido, destacó: “si nosotros hemos luchado por 300 asesinados, ¿qué debe hacerse por todos los muertos en crímenes de homicidios y de desaparición? En México, “todos los días hay tiroteos, lo que habla de una enfermedad social gigantesca que se ha vuelto parte de la cotidianeidad; recibimos mensajes de barbarie, locura y violencia sin límites, pero miramos un proceso de negación de la realidad».
En este punto, exhortó al público a preguntarse cuál es el rol de las juventudes como parte de una “resistencia de vanguardia”.
Aseveró que los grandes números de asesinados esconden a las víctimas mismas y la tragedia se reduce a un dato; empero, son hechos que delinean “una guerra civil en México”. Puntualizó que al militarismo le falta la participación organizada de los ciudadanos en la autodefensa y resistencia, ya que sólo la sociedad podrá resanar los aparatos institucionales del Estado. Habló de las mujeres, quienes han demostrado ser el polo más sensible frente a la barbarie y el principal instrumento de resistencia, así como lo son las comunidades originarias.
La conferencia fue moderada por el profesor Leonardo Figueiras, quien sostuvo que los alumnos que participaron en el movimiento del 68 “se convirtieron en los niños héroes modernos”.