Democracia de igualdad y de desigualdad en AL

John m. Ackerman, Álvaro García Linera y Angélica Cuéllar. Fotografía: Myriam Corte| Gaceta Políticas
El proceso boliviano hoy
A unos meses de la renuncia de Evo Morales a la presidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, el exvicepresidente boliviano Álvaro García Linera presentó el pasado 5 de febrero en el auditorio Jorge Carpizo de la Coordinación de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México su conferencia magistral El proceso boliviano en el contexto latinoamericano hoy.
La plática fue moderada por el académico John M. Ackerman, doctor en sociología política y en derecho constitucional e investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, y presentada por la doctora Angélica Cuéllar, directora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, quien subrayó la relevancia del análisis de los procesos políticos de América Latina en la última década, donde, aseveró, se ha llevado a cabo una “involución” de los gobiernos progresistas, ejemplificando con la situación en Brasil a raíz de la toma de poder de Jair Bolsonaro a inicios de 2019, y los movimientos antigubernamentales que han hecho frente al Estado chileno bajo la administración de Sebastián Piñera.
Al tomar la palabra, García Linera explicó el tema de su conferencia, divergiendo levemente de su título original y ampliando la visión al estudio general de los procesos políticos en la región, incluyendo el panorama mexicano en su reciente periodo de transición democrática. Señaló como pregunta focal: ¿qué es lo que está sucediendo, hoy día, en Latinoamérica? Y su primera respuesta fue que “no está claro”, pues se trata de un fenómeno complejo que, una vez pasado el año 2015, no ha mostrado signo alguno de una tendencia explícita; por el contrario, postuló, el espíritu definidor del continente durante el último lustro no ha sido otro que el de la contradicción.
Entre los dilemas presentes en el escenario político contemporáneo, el ponente habló de una nueva deconstrucción del concepto “democracia”, argumentando que, en la actualidad, todas las partes —de derecha o de izquierda— la incluyen como un fundamento de sus respectivos proyectos; por tanto, su uso responde a nuevos entendimientos de qué es ésta, quiénes la conforman y cómo debe ser expresada. Indicó también la diferencia entre lo que él concibe como la democracia de igualdad y la democracia de desigualdad, siendo esta última la práctica de los procesos democráticos para preservar la desigualdad social y ampliar la riqueza, además de mantener vigentes los roles de género y la etnicidad de las clases sociales.
La democracia de la igualdad, por el contrario, es aquella que sirve como “un ejercicio de construcción de igualdad”, que busca la movilidad social ascendente de las clases menos favorecidas por los modelos económicos neoliberales. Pero “toda mejora de las condiciones de la gente más humilde afecta a alguien”, aclaró el político cochabambino, por lo que las élites más privilegiadas buscarán frenar estos procesos. No obstante, precisó, ésta es la razón por la cual las clases humildes deben ser siempre el objetivo primario de cualquier gobierno progresista.
Por último, García Linera destacó la creciente necesidad de “desracializar” los procesos sociales, ya que la etnicidad ha sido una forma con la que, históricamente, se ha identificado la dominación de clases y se ha convertido en un ícono de la condición social. En este marco retomó el ejemplo de Bolivia, donde herramientas como la discriminación positiva permitieron la inclusión de las poblaciones indígenas y campesinas en los proyectos políticos nacionales; un paso firme en favor de la igualdad social y cuyo fin es el de acabar con dichas relaciones asimétricas de poder que tanto han aquejado a las sociedades latinoamericanas.