Género y Feminismo. Una aproximación

En este artículo, Marta Ferreyra, Maestra en Estudios Políticos y Sociales abre el tema del debate por el feminismo. Foto: Ángela Alemán y Emanuel Reséndiz
En este texto no pretendo dar una explicación exhaustiva sobre qué es género o qué es el feminismo, lo que busco es dar algunas claves conceptuales que permitan abrir (y continuar) el debate sobre el tema y generar interés en los y las lectoras para acercarse a éste con bases críticas provenientes de un desarrollo histórico y social.
«Las mujeres son el producto social de su época, clase, etnia, son pues, un producto histórico» Joan Scott señala la necesidad de dar cuenta de la diferencia histórica entre hombres y mujeres, del proceso de creación de las disimilitudes genéticas a través de la historia, con el fin de contextualizar el tópico y no caer en la abstracción de la mujer como categoría ahistórica e inmutable. Las mujeres son el producto social de su época, clase, etnia, son pues, un producto histórico. Por su parte, el género es una categoría analítica, que permite el señalamiento de la historicidad de las diferencias sexuales (Ramos Escandón, 1999: 134-135).
De acuerdo con Scott el género es una forma de denotar las construcciones culturales, es una creación totalmente social de ideas sobre los roles apropiados para mujeres y hombres. Es una forma de referirse a los orígenes exclusivamente sociales de las identidades subjetivas de ambos , y una categoría social impuesta sobre un cuerpo sexuado (Scott, 2013: 271).
El género resulta entonces del proceso de producción de normas culturales sobre el comportamiento de los hombres y las mujeres en su interacción en las instituciones culturales, sociales, políticas y religiosas. El lugar de la mujer en el espacio tanto privado como público es el resultado del significado que adquieren sus actividades. Para analizar el significado, “necesitamos considerar tanto los sujetos individuales como la organización social y descubrir la naturaleza de sus interrelaciones…necesitamos sustituir la noción de que el poder social está unificado, es coherente y se encuentra centralizado… ya que se identifica con constelaciones dispersas de relaciones desiguales, construidas discursivamente como ‘campos de fuerza’ sociales” (Scott, 2013: 289).
«Género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y una forma primaria de relaciones significantes de poder» Es relevante considerar entonces que el “género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y una forma primaria de relaciones significantes de poder” (Scott, 2013:289).
Por otro lado, como movimiento histórico, el feminismo está enfocado en la coordinación de acciones y la transformación social, es por ello que es fundamental el análisis de las relaciones de poder existentes, tanto las evidentes como aquellas que no lo son tanto. En consecuencia, los debates filosóficos y analíticos que surgen de la teorización feminista son inevitablemente políticos (no sólo filosóficos)” (Dietz, 2005: 177).
La relevancia del análisis histórico del género y sus expresiones de acción pública radica en la necesidad de romper con la perspectiva dicotómica que Foucault señala como la inflexibilidad de la identidad de género, donde lo masculino excluye sistemáticamente lo femenino y viceversa, ya que “supone la inferioridad sexual de la mujer, misma que explica su ausencia histórica, que a su vez, supone la conceptualización de lo femenino como inferior, como ausente y por ende como incapaz de agencia histórica” (Ramos Escandón, 1999: 147). En este sentido, Joan Scott plantea colocar las relaciones entre los sexos en el centro de la investigación histórica, con la intención de fomentar una posible revisión de la historia general y alcanzar un mejor entendimiento de la forma como se articulan las ideas sobre los roles apropiados para hombres y mujeres, en el espacio tanto público como privado.
Fue hasta los años setenta, y a partir de que la Organización de las Naciones Unidas declarara al decenio entre 1975 y 1985 como “el de la mujer”, que se evidencia la necesidad de una reflexión e investigación histórica sobre la presencia de ésta, así como de mejorar sus condiciones económicas, educativas, sociales y de posición política. Por lo tanto, es a partir de este periodo que surgen organizaciones políticas dirigidas por mujeres y enfocadas a defender sus condiciones y derechos (Ramos Escandón, 1999: 140).
Algunas cuestiones centrales que han innovado la manera de reflexionar, entender y analizar el rol de la mujeres en la vida pública son, por un lado, la formulada por la historiadora norteamericana Joan Scott cuando pregunta ¿cuál es la relación entre las ideas sobre la diferencia sexual, la organización social y las ideologías políticas? Y, por otro, la que plantea Judith Butler: ¿cuáles han sido los estilos que para la actividad política han tenido a su disposición las mujeres y cómo se relacionan con los estilos de actividad política de otros grupos sin derechos? Estas dos interrogantes ponen como punto central la injerencia del género en la actividad política y sus formas organizativas e institucionales.
El género, por ende, nos ayuda como categoría de análisis a discernir y explicar cómo en los escenarios políticos, nacionales e internacionales, el movimiento feminista ha tenido múltiples formas y espacios de expresión (Sánchez Olvera, 2006: 2).
«El orden masculino se descubre en el hecho de que prescinde de cualquier justificación: la visión androcéntrica se impone como neutra y no siente la necesidad de enunciarse en unos discursos capaces de legitimarla» El surgimiento del movimiento feminista, tanto en México como en otros lados, ha propiciado un clima de cuestionamiento de la desigualdad y marginación de las mujeres, pues como indica Bourdieu, “el orden masculino se descubre en el hecho de que prescinde de cualquier justificación: la visión androcéntrica se impone como neutra y no siente la necesidad de enunciarse en unos discursos capaces de legitimarla” (Bourdieu, 2013: 22); se impone a sí mismo como autoevidente y es tomado como “natural” gracias al acuerdo “casi perfecto e inmediato” que obtiene, por un lado, de estructuras sociales como la organización social y la división sexual del trabajo y por otro, de estructuras cognitivas inscritas en los cuerpos y en las mentes (Lamas et al., 2013: 345). Este movimiento ha reconceptualizado a la mujer para entender que las mujeres somos todas y el beneficio y/o afrenta para una lo es para todas, lo cual genera adhesión al mismo, pero a la vez una cohesión identitaria al interior del fenómeno (los mandatos culturales de la feminidad). El movimiento feminista también ha permitido la elaboración de una perspectiva de análisis de género que rebasa al determinismo biológico y nos permite distinguir cómo, a partir de las diferencias sexuales, se tejen las desigualdades sociales: ha documentado y denunciado las violaciones que se cometen contra los derechos humanos de las mujeres en el país; ha creado y propuesto alternativas, programas, políticas públicas y leyes que tienden a favorecer el desarrollo humano de éstas. Al respecto, Bourdieu señala que la eficacia de la dominación masculina radica en el hecho de que se legitima al inscribirla dentro de lo biológico, mostrando la violencia simbólica que se lleva a cabo a través de un acto de cognición y de falso reconocimiento que se encuentra más allá de, o por debajo de, los controles de la conciencia y la voluntad (Lamas et al., 2013: 346).
Referencias bibliográficas
Ramos Escandón, C. (10AD). Historiografía, apuntes para una definición en femenino. Debate Feminista, 20(Octubre 1999), 131–162.
Scott, J. W. (2013). El género: una categoría útil para el análisis histórico. In M. Lamas (Ed.), El Género. La construcción cultural de la diferencia sexual (4th ed., pp. 265–302). Ciudad de México: Programa Universitario de Estudios de Género y Miguel Ángel Porrúa.
Dietz, M. G. (2005). Las discusiones actuales de la teoría feminista. Debate Feminista, 32(Octubre), 177–222.
Sánchez Olvera, A. R. (2006). El Feminismo en la construcción de la ciudadanía de las mujeres en México. Itinerario de Las Miradas, 63, 36.
Bourdieu, P. (2013). La dominación masculina (8th ed.). Barcelona: Editorial Anagrama, S. A.
Lamas, M., Conway, J. K., Bourque, S. C., Scott, J. W., Rubin, G., Ortner, S. B., … Butler, J. (2013). El género. La construcción cultural de la diferencia sexual. (M. Lamas, Ed.) (4th ed.). México D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México y Miguel Ángel Porrúa.
Marta Clara Ferreyra Beltrán
Maestra en Estudios Políticos y Sociales por la UNAM. Actualmente funge como Secretaria de Equidad del PUEG-UNAM