El modelo político en México y AL
Mesa 10. «Gobierno unificado contra gobierno dividido»
Por Selene J. Miranda y Fabián Mendoza

Josep M. Colomer. Foto: Derek Vargas.
La configuración de los poderes en un Estado puede influir en la estabilidad política y en la capacidad de implementar reformas; aún más, los gobiernos unificados suelen facilitar la toma de decisiones rápidas y coherentes, mientras que los divididos, aunque más propensos al bloqueo institucional, pueden favorecer un mayor equilibrio y control entre poderes, subrayó Josep Maria Colomer, investigador en la Universidad de Georgetown, en la mesa 10, «Para una buena gobernanza: gobierno unificado vs. gobierno dividido».
Detalló que el modelo político en las democracias latinoamericanas está inspirado en el sistema estadounidense, el cual, a su vez, tuvo como referente el modelo británico, centrado en la figura del monarca. Este proceso, añadió, se reflejó en el desarrollo de los regímenes presidencialistas. Al respecto, citó a Simón Bolívar, quien afirmaba que los presidentes eran “como reyes electos”; también retomó a John Adams, primer vicepresidente de los Estados Unidos, quien consideraba que la democracia era una forma de monarquía limitada.
Colomer señaló que México posee el mandato presidencial más extenso del mundo —seis años sin reelección— y es, además, uno de los pocos países que no contempla la segunda vuelta electoral. En este contexto, mientras el poder del Ejecutivo es considerable, el Congreso resulta sumamente débil si se toma en cuenta que sus integrantes sólo son electos por periodos de tres años, enfatizó.
El doctor José Luis Velasco Cruz, de la Universidad de Boston, aportó una visión crítica sobre los gobiernos divididos, pues mencionó que éstos pueden generar tensiones y conflictos que afectan la gobernabilidad; sin embargo, también puntualizó que en contextos donde existen fuertes polarizaciones, un gobierno dividido puede obligar al diálogo y a la construcción de consensos amplios, lo que fortalece la democracia

Jaime Cárdenas. Foto: Derek Vargas.
Advirtió sobre una tendencia nacional a desacreditar las instituciones, promovida por liderazgos políticos guiados por el voluntarismo y que privilegian al individuo por encima del marco legal, actitud que se refuerza mediante una creciente aceptación del uso de la violencia. A esta dinámica la denominó nacional populismo. Añadió que los proyectos populistas exitosos, tanto de izquierda como de derecha, comparten características similares en cuanto a sus métodos.
En su turno, Jaime Cárdenas Gracia, profesor del posgrado en Derecho en la UNAM, complementó el análisis al enfocarse en el caso mexicano. Aseveró que en México la alternancia política y la fragmentación del poder han marcado la vida democrática en las últimas décadas, y que si bien esto ha permitido evitar excesos de poder, también ha evidenciado las dificultades para lograr acuerdos legislativos y avanzar en reformas estructurales.
Expuso que los desafíos actuales de la democracia mexicana comenzaron con una transición orientada por el neoliberalismo, y que México sí ha experimentado formas de gobierno unificado, aunque en torno a un presidencialismo concentrador. Del mismo modo, criticó el diseño del proceso de elección judicial, al considerar que no fue lo suficientemente claro ni funcional.
La conferencia, cuya moderación estuvo a cargo de Francisco Javier Ruíz, del Instituto de Investigaciones Sociales, concluyó con un intercambio de ideas sobre los retos que enfrentan las democracias del siglo XXI para encontrar un equilibrio entre eficiencia y representatividad en sus sistemas de gobierno. Los participantes coincidieron en que no existe un modelo perfecto y que cada país debe encontrar la fórmula que mejor responda a sus necesidades políticas y sociales, siempre con el objetivo de fortalecer la gobernanza y el bienestar ciudadano.