Con melodías épicas llega la OFUNAM a la Facultad

OFUNAM en la FCPyS. Fotografía: Ricardo López| Gaceta Políticas
Los músicos acomodaron sus sillas, ajustaron sus atriles y la mezcla de sonidos instrumentales se detuvo súbitamente: todo estaba listo. El auditorio Ricardo Flores Magón fue testigo de la dedicación y experiencia musical de la Orquesta Filarmónica de la UNAM en su visita al plantel.
Para aquéllos que desconocían la distribución de una agrupación de este tipo, Alfredo Ibarra, el director huésped, describió la función de cada conjunto de músicos y el porqué de su posición. Va de agudos a graves, explicó. Al frente van las cuerdas: violas, violonchelos y contrabajos; luego, alientos de madera: flauta, oboe, clarinetes y fagot; siguen los alientos de metal: trompetas y cornos; y la sección de percusiones: timbales, bombo, platillos de choque y el triángulo.
La primera melodía fue un viaje al pasado: a Hollywood y sus caricaturas animadas; se recordó a El Llanero Solitario o a Bugs Bunny con el clásico Final de la Obertura de Guillermo Tell, compuesta por Gioachino Rossini, contemporáneo incómodo para Beethoven, a quien supuestamente éste “le caía gordo” por quitarle la fama, dijo Ibarra, al tiempo que añadió: “la música de Rossini es muy conocida aunque no sepamos quién la hizo”. Y empezó el sonido. Al cerrar los ojos, casi se escuchaban caballos galopando.
Ibarra describió después la etimología de la palabra concierto: proviene, comentó, del italiano concerto, que significa un diálogo de uno o un grupo de instrumentos con el resto de la orquesta. De este modo presentó a Gerardo Díaz, solista de corno, con quien tocó los movimientos Allegro y Rondo (Allegro) del Concierto para Corno y Orquesta No. 1 en Re Mayor, K 412, del gran Mozart. El corno nos evoca a cacerías, a un día en el bosque, señaló el director.
Finalmente se ejecutó el tercer y cuarto movimiento de las Selecciones de la Sinfonía No. 8 en Sol Mayor, Op. 88, de Antonín Dvořák. Este compositor, indicó de nuevo Ibarra, se apoyaba en la música de su tierra, con la cual creció. Los movimientos remontan a danzas eslavas; es música evocativa, pero también brillante, con dosis de nostalgia. En el momento de la marcha final, el de la voz pidió pensar en una escena épica de película y fusionarla con esta pieza a fin de lograr un resultado aún más épico. Después de una presentación triunfal, la Facultad despidió a la orquesta para que continuara con su gira semestral.