Helio Flores en Polakas. Un adiós a las viñetas: sus cartones dejarán de publicarse

Diego Adrián Marroquín Rodríguez.

Este 29 de enero de 2024 el caricaturista veracruzano Helio Flores dijo adiós a 62 años de trabajo como monero, 52 de los cuales los vivió en el diario El Universal, donde publicó una carta en la que deja ver el peso de tanto tiempo dedicado a su obra: 

 

“He tomado la difícil decisión de retirarme debido a que las condiciones físicas propias de mi edad han menguado mis capacidades para hacer mi trabajo con la calidad que ustedes se merecen”.

 

Tras conocerse la noticia, la comunidad de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, mejor conocida como “Polakas”, externó su reconocimiento a la trayectoria del más grande exponente vivo de la caricatura política en México, y muchas personas recordaron que el pasado 29 de septiembre Helio Flores visitó nuestro campus en Ciudad Universitaria para recibir un homenaje en el Auditorio Ricardo Flores Magón, en compañía de sus colegas Rafael Pineda, “Rapé”, de Milenio, y Gonzalo Rocha, de La Jornada, así como de los académicos María Auxiliadora Sánchez y Jorge Meléndez.

 

Aquel homenaje resultó muy especial para Helio Flores pues, según sus palabras, era la primera vez en su carrera artística que le realizaban uno, pero lo fue más porque se trató, en realidad, de una sencilla y amena charla con las y los estudiantes de nuestra Facultad.

 

Helio Flores relató entonces un emotivo pasaje que hoy viene muy a cuento: desde niño le gustaba dibujar y hasta hacía caricaturas de sus maestros de escuela y de sus compañeros de clase. A los 13 años de edad, Helio llevó un bonche de caricaturas, cerca de 30, a El Diario de Xalapa, que en ese entonces abría concursos de cartones para ilustrar las famosas calaveritas del Día de Muertos; el director del periódico le compró sólo tres de ellos por la cantidad de 10 pesos en total.

 

Con el paso de los años, el caricaturista fue afianzando su gusto por el trazo libre y decidió estudiar arquitectura en la Universidad Veracruzana, ya que en ese momento los planos y perspectivas de los edificios se realizaban a mano, algo que le daba oportunidad para dibujar, aunque nunca se sintió totalmente cómodo; él ya se había dado cuenta que lo suyo era el mundo de la caricatura política y percibía con tristeza que muchos cartones que se publicaban en los periódicos no tenían suficiente calidad.

 

Su deseo de ser monero lo llevó a probar suerte en la Ciudad de México, entonces Distrito Federal. Justo en uno de esos diarios le dijeron que lo contratarían cuando alguno de los caricaturistas de mayor edad “se jubilara”. Si Helio hubiera esperado a que eso ocurriera, esta historia no existiría.

 

Poco a poco se fue adentrando en el universo de la caricatura política. Sus primeros cartones coincidieron con el periodo histórico conocido como Guerra Fría, donde los temas internacionales estaban influenciados directamente por la rivalidad entre los Estados Unidos y la influencia de la Unión Soviética. Es así que en sus primeras caricaturas apa re cieron personajes como Lyndon Johnson, Richard Nixon, los soldados de Vietnam y los dictadores que había en América Latina.

 

En esos primeros años también participó en la revista Garrapata, donde trabajó de cerca con el propio Rius y Abel Quezada. Él platicó que no fue fácil mantener a flote este proyecto; el gobierno mantenía limitada la libertad de ex presión con el control de los precios del papel y en esta revista nunca se incluyó publicidad para financiarla. Ricardo Rocha llegó a esta publicación a los 15 años, donde le marcaban la estatura en la pared para medir cuánto había crecido cada semana.

 

También por esa época, es decir, a finales de los años setenta, Helio y el equipo de la revista decidieron incursionar en el mundo de la historieta con “El hombre de negro”. Por cierto, según él, ésta todavía no tiene un final establecido, pues sigue metiéndole de su creatividad cada vez que tiene alguna idea. Con el recuerdo de estas épocas finalizó aquella conversación, en la que mencionó que nunca logró entender cómo iniciar y terminar una historieta; ahora no sabría cómo cerrar.