
Viñeta de Eneko
La desinformación en el contexto actual
Rodrigo Perera Ramos
Doctor en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM
La comunicación, como propaganda de guerra, siempre ha sido un arma fundamental en los conflictos bélicos y con ello los medios de comunicación disponibles en cada época histórica.
Si uno voltea hacia el pasado se puede observar cómo la propaganda fue usada, al menos, desde la primera cruzada en el año 1095, cuando el papa Urbano XVIII convocó al mundo cristiano, en el concilio de Clermont, a invadir Jerusalén y luchar contra el pueblo musulmán.
La justificación de Urbano XVIII, para iniciar su guerra santa, no se diferencia mucho del discurso de guerra que se ha empleado en los conflictos bélicos del siglo XX y XXI. Hace casi mil años atrás la Iglesia Católica legitimó su invasión a Medio Oriente propagando la idea de que los musulmanes torturaban y abusaban de los cristianos que vivían en Tierra Santa o peregrinaban hacia ella.
Sobra decir que la historia ha develado que estas acusaciones, al menos, estaban infladas y que hoy el gobierno de Vladimir Putin trata de legitimar su invasión a Ucrania con un argumento similar: tortura y genocidio a separatistas rusos en Ucrania por parte de ese gobierno. La propaganda de guerra no sólo ha tenido una función legitimadora/deslegitimadora en los conflictos bélicos, también sirve como un arma moralizante y desmoralizante para propios y enemigos. Durante la Segunda Guerra Mundial, Hitler pudo invadir ciudades sin disparar una sola bala, al hacer creer a los ejércitos defensores que se encontraban rodeados por las fuerzas nazis y en plena desventaja, todo ello al interferir las radios locales y difundir noticias falsas.
En Las Cruzadas, los mitos o leyendas creadas alrededor de Ricardo Corazón de León y Saladino jugaron un papel similar, al igual que la promesa del paraíso eterno para los cristianos que combatieran en Tierra Santa o para los soldados de ISIS, que en el presente luchan por establecer un califato en esa misma región.
El engaño, la persuasión, los rumores y las noticias falsas han sido una parte sustancial de las diferentes guerras que se han librado a lo largo de la historia. En la Edad Media se hacía principalmente mediante la transmisión oral; en el siglo XX, a través de los medios de comunicación masiva (radio, prensa escrita, cine y televisión) y en el presente esta guerra comunicativa y simbólica se desarrolla de manera significativa a través de las redes sociodigitales, dada la importancia que ha adquirido Internet y las tecnologías digitales en la vida cotidiana de las personas y en su socialización.
Desde que estalló la guerra entre Ucrania y Rusia, el 24 de febrero, se han esparcido, por ambos frentes, videos, fotos y noticias en las redes sociodigitales, que buscan cumplir con la misma función simbólica/comunicativa de hace más de 900 años atrás: deslegitimar al enemigo, legitimarse a sí mismos, moralizar a los propios y desmoralizar a los adversarios.
La historia del Fantasma de Kiev, que se propagó por las redes sociodigitales y que no es más que un remake del Barón Rojo o del Cid Campeador, es un ejemplo del uso de los medios sociales digitales para esparcir noticias falsas que ayuden a subir la moral de un pueblo que se encuentra en una clara desventaja bélica.
Por su parte, el Kremlin ha optado por propagar en los medios digitales imágenes y videos que permitan legitimar su invasión y deslegitimar al gobierno ucraniano, al igual que lo hizo Estados Unidos en su guerra contra Irak, a través de la prensa y los medios convencionales, o Urbano XVIII, para llevar a occidente a una guerra contra oriente.
Tanto en el caso de Rusia, como de Ucrania y aliados estamos ante una propaganda de guerra clásica, construida a partir de la manipulación de la información, el engaño y el mito, pero que utiliza a las redes sociodigitales como uno de sus principales campos de acción para llevar a cabo esta lucha simbólica/comunicativa.
Empero, al situarse el campo de batalla en las redes sociodigitales, se redefinen, en buena medida, las estrategias de comunicación y la propaganda de guerra en general: ya no es el representante de Dios en la Tierra el que habla, tampoco son las grandes producciones cinematográficas o las televisoras creando una historia de la mano de las revistas y diarios impresos; ahora son “ciudadanos comunes” que utilizan sus teléfonos celulares para presentar “la realidad” de la guerra o que filman al “nuevo héroe nacional”, de manera “espontánea”, o “ciberactivistas” que promueven a través de estas redes alguna acción colectiva. Es decir, la guerra se está adaptando a los lenguajes y códigos de los medios digitales y Ucrania se ha convertido en el laboratorio de la propaganda de guerra del siglo XXI.
En este nuevo campo de batalla no sólo se reducen los costos de la propaganda de manera abismal, a la vez de que se producen y diseminan los contenidos de manera inédita en cuanto a su alcance global e inmediatez, sino que también nos encontramos ante un oligopolio mundial encabezado por Google y Meta, que no son neutrales, que defienden sus intereses, y en los cuales no hay reglas claras, ni códigos transparentes, con lo que pudiera existir un campo de batalla más o menos parejo o claro, así como tampoco se encuentra una mínima certeza de la veracidad de la información que reciben los usuarios en estas plataformas digitales.
El anonimato, las fuentes dudosas o poco corroborables, junto con la descontextualización de los contenidos, que caracterizan buena parte de las publicaciones en las redes sociodigitales, permiten disfrazar a la propaganda de información y colgar fotos o videos que no necesariamente corresponden al conflicto bélico en cuestión, o que pertenecen a una producción montada o manipulada y en donde se puede hacer uso de banderas falsas o presentarse el contenido como un evento captado por ciudadanos comunes y de forma espontánea, aunque éste no sea precisamente el caso.
Resumiendo, si bien en las guerras del pasado las audiencias podían tener mayor conocimiento sobre las fuentes de la información o de la propaganda de guerra encubierta (por ejemplo, Hollywood) o abierta (por ejemplo, Leni Riefenstahl), y con ello conocer su posición ideológica y bélica, actualmente, en las redes sociodigitales, estas diferencias están difuminadas, así como la intencionalidad e ideología de quienes producen y publican los contenidos.
En este sentido, los usuarios de las plataformas digitales nos encontramos desprovistos de elementos esenciales que nos permitan interpretar y darle sentido a la información/propaganda que se esparce en la Red, sin un aparente control.
Por tanto, estamos ante prácticas milenarias que se están adaptando y afinando para los ciudadanos, frente a medios y un contexto del siglo XXI, en donde la incertidumbre, bajo el aura de la posverdad, es un fenómeno que está cobrando mayor peso en la comunicación política del presente, ya sea en tiempos de paz o de guerra.
También te puede interesar

La desinformación en el contexto actual
Andrea Samaniego Sánchez
El fenómeno de la desinformación y la creación de noticias falsas no es nuevo en la historia de la humanidad; se habla de rumores, chismes, leyendas urbanas, trascendidos; es más, desde el surgimiento de la prensa se hacía una distinción entre periódicos confiables y aquellos que no lo eran y que denominaban “prensa amarilla” …

Guerra mediática: hegemonía comunicacional e ideología
Armando Carballal Cano
La producción de información y conocimiento configuran relaciones de Poder1. La circulación de información en el mundo moderno permite el conocimiento de sucesos acontecidos en cualquier parte del mundo en muy poco tiempo. Sucesos que marcan la agenda en el nivel nacional como en el internacional durante la Modernidad y Modernidad Tardía2

Guerra y plataformización: el conflicto también es digital
Arturo Rodríguez Rodríguez
Varios estudios apuntan a que las plataformas digitales han excedido sus características computacionales demostrando que son más que meros espacios digitales programados informáticamente. Así, durante los últimos años las plataformas han “penetrado distintas infraestructuras, procesos económicos, sociales y políticos de la vida cotidiana”…