EI: acertijo estratégico

Luis Mesa Delmonte, Doctor en Estudios de Asia y África nos muestra en este artículo un breve argumento acerca del Estado Islámico y su relevancia en los últimos años. Ilustración: Adriana Godoy y Daniel Villa
Desde su surgimiento, el Estado Islámico no solo ha tenido impactos diversos dentro de territorios en Iraq y Siria, sino que ha provocado crecientes preocupaciones en actores regionales y extrarregionales.
La amalgama de extremistas islamistas, pobladores árabes sunitas enojados con el poder central en Bagdad, ex combatientes bazistas del régimen de Saddam Hussein que enfrentaron la invasión estadounidense, y musulmanes de decenas de países, decidió nombrarse inicialmente Estado Islámico para Iraq y el Levante (ISIL o ISIS), hasta que en agosto del 2014 se autodenominó solamente Estado Islámico (EI), en momentos en que se declaró la conformación de un califato.
El reajuste en el nombre no es un simple problema de preferencias, sino que es reflejo de una propuesta estratégica de alcance muchísimo mayor que pretende universalizar su convicción filosófico-religiosa islamista. Este mismo ejercicio, al sobrepasar las fronteras iraquíes y de la región levantina, provocó tanto el rechazo de otros países musulmanes de la zona que no aceptarían la autoridad del califa Al Bagdadi, como el incremento de las preocupaciones de actores regionales e internacionales que comenzaron a ver con mucha mayor atención los paulatinos avances y conquistas de este nuevo grupo.
La alta capacidad combativa, sus impresionantes niveles de organización, el empleo del terror, el impacto de sus mecanismos propagandísticos, así como sus mostradas capacidades para el reclutamiento y acción a escala global, incrementaron aún más las inquietudes de diversos círculos del poder político, económico y militar en varios países. Este nuevo reto considerado por muchos como un fenómeno más fuerte y complejo que el paradigma de Al Qaeda, necesita ser enfrentado con una estrategia coordinada y lo más unificada posible. No obstante, y a pesar de que pueden percibirse algunos avances en la lucha contra el EI, los intereses divergentes que existen entre muchos actores, dañan la efectividad del ataque.
Los primeros avances notables del EI y el control de ciudades iraquíes como Mosul, Fallujah y Ramadi entre otras, mostraron a un ejército iraquí con baja capacidad de combate a pesar de los años de entrenamiento estadounidense y de los armamentos avanzados de los que disponía. La debilidad del gobierno iraquí predominantemente chiita, preocupó inmediatamente a Irán, país que decidió apoyar a Bagdad con grupos de combatientes, armas y recursos económicos. Teherán está muy interesado en poder conservar su nivel de relación e influencia política en Iraq, continuar desarrollando relaciones en materia económica y comercial, y contar con un aliado regional que le permita proyectarse en la zona.
Igualmente esta progresión militar del EI constituyó un grave reto para las poblaciones kurdas del norte del país, las que con una larga tradición de lucha armada y con una mejor representación en la reconstrucción política actual del poder iraquí, enfrentaron con suficiente éxito a la ofensiva del grupo islamista. Para muchos actores se hizo imperiosa la necesidad de apoyar militarmente a los distintos grupos kurdos como pieza clave en el rechazo al EI. No obstante, otros intereses hicieron que la ayuda suministrada fuera limitada y cuidadosa. El predominante factor árabe dentro del gobierno iraquí sigue viendo a los kurdos con recelo y tratan de evitar tendencias en favor de su autonomía económica, petrolera e incluso de algunas tendencias en favor de la secesión. Irán también ha tenido una histórica agenda de fricciones con su movimiento kurdo, por lo que su proyección al respecto es muy cuidadosa. Para Turquía, donde el conflicto kurdo ha sido largo e intenso desde el punto de vista militar, cualquier apoyo que llegue a manos de las milicias del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) es visto como un reto grave a su seguridad nacional. Para Damasco el tema kurdo también presenta desafíos, pues hay que trabajar por recuperar atmósferas previas de concertaciones y equilibrios.
La expansión del EI hacia amplias regiones de Siria complicó aún más el conflicto agudo que vive ese país desde marzo del 2011. A las numerosas organizaciones que luchan militarmente contra el régimen, conformadas con ingredientes muy diversos que incluyen desde militares que rompieron con el gobierno, hasta militantes islamistas extremistas, se añadía ahora el EI con una fuerza superior a todas las otras y con un ánimo antagonista hacia ellas y contra el gobierno. La ocupación de Raqqa como ciudad central para el movimiento en Siria, el tráfico petrolero, la venta de piezas arqueológicas, el trasiego de mercancías, suministros, parque y combatientes a través de la porosa frontera turca, junto a la estructuración de una cadena de mando y administración en Siria a semejanza de la iraquí fueron algunos de los factores que demostraron la fuerte implantación del EI en los territorios conquistados.
La obsesión turca con la caída del régimen de Bashar Al Assad desde los primeros momentos, propició que Ankara se inclinara por una política de laissez-faire, permitiendo el ya mencionado tráfico fronterizo y posibilitando una retaguardia segura para los distintos grupos que participan en la guerra contra el gobierno sirio, brindándoles apoyo militar, entrenamiento y financiamiento a varios de ellos. No obstante, Turquía se ha visto obligada a ejecutar algunas acciones recientemente, no solo por la presión de los aliados que combaten al EI, sino también en respuesta a los primeros ataques que ha ejecutado el grupo en territorio turco, incluyendo Ankara y Estambul.
Respecto al factor kurdo en Siria, la preocupación turca es semejante a la mostrada hacia los kurdos en Iraq. Luego de que las fuerzas kurdas fueron capaces de golpear a los militantes del EI en ciudades como Kobani y Raqqa, los turcos desarrollaron nuevas operaciones militares contra objetivos kurdos para mantener la presión estratégica sobre ellos.
De manera muy semejante, Arabia Saudita también ha deseado desde el 2011 la caída de Bashar, y para ello ha comprometido grandes recursos financieros y armas para distintos grupos armados islamistas. La gran incongruencia de las estrategias de Turquía, Arabia Saudita y Qatar (junto a Estados Unidos y otros), ha radicado en que una buena parte de la ayuda destinada a “opositores moderados” y a grupos islamistas armados contrarios a Bashar, termina en manos del EI. Más allá de especular si ha existido o no un apoyo directo o indirecto en varias coyunturas al EI, al menos la práctica en el terreno demuestra que la organización ha sido receptora de armas, finanzas e incluso de miles de combatientes entrenados.
Al ser el gobierno sirio un factor muy cercano a Irán, tanto Turquía como Arabia Saudita optaron por tratar de derrocar al poder eminentemente alawita (rama del chiismo) sirio, sustituirlo por otro de base sunita, y golpear la estrategia iraní de apoyo a Damasco y al grupo Hezbolá, también de base chiita y aliado de Teherán. No obstante esta caracterización general, hay que tener en cuenta que la cercanía de Irán con Iraq, Siria y Hezbolá, no se explica simplemente por el hecho de que sean chiitas, sino por compartir visiones e intereses con alta coincidencia en materia de política y estrategia regional, en esta coyuntura histórica específica.
La propuesta universalista del EI y las acciones violentas desarrolladas por la organización (o por individuos que declaran ser sus partidarios) también ha generado reacciones de otros actores internacionales. Mientras Estados Unidos encabeza una coalición que con sus acciones aéreas trata de golpear y destruir a la organización, Rusia decide apoyar a Bashar atacando a la oposición armada y al EI, mostrando su capacidad de actuación en lugares más lejanos a sus fronteras, exhibiendo parte de sus arsenales más avanzados, y recuperando al Medio Oriente como zona estratégica de importancia prioritaria para los rejuegos y choques del poder a escala mundial.
El EI ha sido golpeado militarmente en meses recientes, pero su enfrentamiento efectivo requerirá de mayor coordinación entre fuerzas locales e internacionales, de mejores intercambios en materia de información de inteligencia, de negociar y recuperar algunos sectores que pueden reorientar sus acciones (como los sectores tribales sunitas de la provincia iraquí de Al Anbar), y desarrollar nuevos esfuerzos para reencauzar la crisis siria por vías negociadoras. Pero, los intereses son muy disímiles, y a pesar de que existe un alto consenso contrario al EI, las agendas parciales son muy contradictorias. Ello se traduce en mayores niveles de conflictividad, destrucción y sufrimiento humano para los pobladores de la región.
Luis Mesa Delmonte.
Doctor en Estudios de Asia y África, especialidad Medio Oriente por el Colegio de méxico donde es investigador en el CEAA. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.